SEXO
Y ESPIRITUALIDAD
Pocas
palabras existen que nos hagan reaccionar más velozmente que la palabra SEXO.
De ahí su magia, su encanto y su poder de sugestión. Es una palabra imantada,
que nos produce atracción o repulsión, según cómo estemos programados para
ella, pero jamás nos produce indiferencia.
Como
del sexo depende la misma existencia humana, ninguna sociedad ha podido obviar
su papel esencial en nuestras vidas. Todos estamos posicionados ante el sexo,
todos mostramos un tipo de sexualidad o varias. Incluso, los que se declaran
abiertamente asexuales, están mostrando una postura ante el sexo.
Sobre
el sexo podríamos hablar largo y tendido, pero en este caso, deseo referirme al
modo en que entendemos el sexo desde la luz de la metafísica, de la
parapsicología, y del resto de las miradas espiritualistas que existen.
Quisiera hablar de la relación que existe entre el sexo y la evolución
espiritual del ser humano.
Es
muy común entre las personas, la creencia de que un ser espiritualmente
avanzado es alguien que se ha liberado del sexo, alguien en quien la pulsión
sexual ha muerto o nunca ha existido. Por tanto, en cuanto escuchan la palabra sexo
en boca de alguien, o ven a alguien que se muestre amable ante ella, que hable
sin rechazos respecto al sexo libre, u otro tipo de sexualidad, o que rechace
la idea de la fidelidad sexual, ya es visto como sospechoso y como persona poco
evolucionada espiritualmente. Y yo creo que al juzgar así cometemos un error.
Hablando
de sexo casi siempre cometemos un error cuando generalizamos. Existen tantas
sexualidades como personas existen. El sexo tiene la peculiaridad, de
permitirnos manifestar nuestro verdadero yo cuando lo practicamos. El modo en que
entendemos y practicamos sexo y nuestros gustos y preferencias sexuales nos
definen mucho más que el modo en que nos vestimos, o nuestros gustos
culinarios, o nuestras ideas religiosas o filosóficas, o estéticas o
artísticas.
No
nos enseñan a comportarnos en el acto sexual, o al menos, no recibimos tanto
volumen de información como sí sucede con otras materias de la vida, así que es
mucho más fácil conocer a una persona cuando practicamos sexo con ella, o
cuando lo observamos practicando sexo, que cuando hablamos con ella sobre sus
ideas políticas, éticas, morales, estéticas, religiosas, filosóficas,
culinarias, etc. Ya sólo por eso, el sexo resulta un fenómeno extremadamente
interesante para un científico social. Además, el sexo es ese espacio donde se
hace necesario y es conveniente que seamos nosotros mismos, porque si no lo
somos, estaremos perdiendo la oportunidad de disfrutar de él a cabalidad, y en
el sexo, casi siempre es de eso de lo que se trata. Es cierto que también
practicando sexo, alguien puede mentir, pero está claro que es uno de los
contextos en los cuales mentir es más complicado. Cuando una persona te conoce
sexualmente, se puede decir que conoce mucho de ti.
Pero
no nos engañemos, el sexo es un tema tabú. Lo ha sido desde hace siglos y aún
hoy, a pesar de todo lo que hemos avanzado en este aspecto, sigue siendo un
tema tabú. Hay personas a las que les cuesta mucho trabajo poner en su boca la
palabra sexo. Hay personas que necesitan sustituir la palabra sexo, por la
expresión “hacer el amor”, y aunque no sea complicado diferenciar una cosa de
la otra, la realidad es que muchas veces decimos que estamos haciendo el amor,
cuando en realidad lo que estamos es practicando sexo.
De
hecho, el amor es otra de las grandes palabras que desconocemos su significado.
Por tanto, ¿Cómo vamos a hacer el amor, si ni siquiera sabemos qué es el amor?
Para hacer algo, primero debemos conocer ese algo, y la verdad es que los seres
humanos confundimos constantemente el amor con el miedo. La humanidad en buena
medida, no ama, sino teme, o para ser más exactos, teme más de lo que ama.
Cuando
un hombre o una mujer se pone a buscar pareja, muchas veces coloca en su lista
de prioridades, el que esa persona le vaya a ser fiel y que sea una persona que
le vaya a dar una vida cómoda. Lo segundo, ya sabemos que nada tiene que ver con
el amor, y lo primero, si lo analizamos bien, tampoco. Amar es entregarse.
Quien te ama de verdad, trata de hacerte feliz a toda costa, y quien te apresa
y te limita, no te hace feliz.
En
este punto tenemos que hablar de uno de los problemas que más entorpece el que
lleguemos a un consenso sobre la problemática sexual, y es que hombres y
mujeres, no tenemos por naturaleza, un mismo comportamiento sexual, y cuando
las diferentes sociedades han intentado homogeneizarnos en este aspecto, cuando
han pretendido hacer que tengamos hombres y mujeres un comportamiento sexual
uniforme, no han hecho otra cosa que hacernos infelices.
Hoy
en día, no nos damos cuenta que nuestro comportamiento sexual está
tremendamente viciado por un montón de ideas éticas, morales, filosóficas,
religiosas, estéticas, que nos impiden ser nosotros mismos, y lo peor del caso,
es que muchas de esas ideas no nos llevan, a mi modo de ver, por el camino
correcto. Nos llevan en muchos casos a la monogamia, pero al menos, en mi
opinión, no creo que éste sea el camino correcto que debe seguir la humanidad,
y trataré de explicar por qué.
Evidentemente,
la monogamia representa un paso evolutivo en las sociedades humanas hasta
cierto punto, pero como casi todas las ideas, empiezan siendo revolucionarias y
por tanto, buenas, pero luego con el tiempo, se convierten en ideas
reaccionarias y por tanto en obstáculos para el
desarrollo humano. Y con la monogamia ocurre esto, ni más ni menos.
Muchos
humanos hemos visto en la práctica de la monogamia un avance social, y desde
luego, visto desde cierto punto de vista, lo ha sido, y eso es innegable. El
problema está cuando absolutizamos sus ventajas y obviamos sus defectos, y no
nos permitimos pensar y comprender que la monogamia es un vehículo que nos ha
llevado y nos llevará hasta cierto punto del camino del crecimiento espiritual,
pero luego necesitaremos abandonarlo.
Nuestras
leyes sociales, nuestra moralidad, son el reflejo exacto de las sociedades que
las han parido, pero el ser humano se va mejorando, va evolucionando hacia la
espiritualidad en unos casos, y hacia la materialidad en otros, alternando
procesos históricos de 5125 años. Yo me referiré al ser humano que evoluciona
hacia la espiritualidad, porque el 21 de diciembre de 2012, ha comenzado un
nuevo período de crecimiento espiritual humano y por tanto, toda la raza
humana, quiera o no, se encamina hoy por hoy en esa dirección.
Si
queremos saber quiénes somos en verdad, y cuál es la esencia de la sexualidad
humana, si queremos mirarla desnuda y cara a cara, estaría bien que
estudiáramos el comportamiento sexual de los animales más evolucionados y por
tanto, más cercanos a nosotros. Y se hace necesario que lo hagamos sin la idea
despectiva de: “Los animales no tienen nada que enseñarnos porque ellos son
inferiores a nosotros”, o eso que tanto se dice: “Nosotros no somos animales”.
En
primer lugar, nosotros sí somos animales, y en segundo lugar, deberíamos
reconocer que en el reino animal, muchas veces encontramos comportamientos más
humanos que en nuestras sociedades. Por otro lado, los animales tienen
capacidades que el ser humano ha olvidado, como la posibilidad de compartir el
conocimiento, de manera tal que basta con que un perro aprenda una cosa, para
que esto facilite que el resto de los perros aprenda lo mismo.
Hoy,
como el ser humano desconoce esta capacidad en los animales, no digamos ya en
sí mismos, no deja de asombrarse ante el comportamiento aparentemente humano de
muchos animales. Hoy nos encontramos a animales que son capaces de mirar las
luces del semáforo antes de cruzar una calle, vemos a animales utilizando
técnicas de pesca, vemos a animales alimentando a otras especies, vemos a
muchos animales liberados del miedo que tradicionalmente los hacía salvajes y
agresivos, etc.
En
la misma medida en que el ser humano ha ido interactuando y educando a los
animales, esos animales educados, han ido trasladando a la conciencia colectiva
de su raza, toda esa información, y de este modo, lo han transmitido de manera
irracional el resto de seres de su raza.
Los
seres humanos hacemos lo mismo, compartimos información gracias a nuestra nube
de conciencia colectiva, y lo hacemos, claro está, de manera irracional, no
hemos dejado de hacerlo nunca, pero nuestra conciencia racional obstaculiza
mucho este proceso de aprendizaje y lo hace mucho más lento que en el reino
animal.
Algún
día el ser humano, cuando comprenda que esto de vernos separados e
individualizados es una ilusión, aprovechará mejor esta capacidad que tenemos
olvidada o atrofiada, de enviar información a la nube humana, a la conciencia
colectiva, para que luego, todos la utilicemos.
El
ser humano ha creado la Internet como gran base de datos y como mecanismo de
intercomunicación eficaz, lo mismo que ha creado el teléfono para comunicarse,
pero un día descubrirá que no necesita estos intermediarios electrónicos,
porque en realidad, tenemos la capacidad mental de comunicarnos telepáticamente
y tenemos la capacidad de lanzar a la “nube humana”, toda la información de la
raza, para que de este modo, todos puedan utilizarla.
Pues
bien, una vez en condiciones de ver a los animales como seres portadores de un
conocimiento ancestral que en muchos casos, la humanidad debería reaprender.
Una vez en condiciones de mirar a los animales como auténticos dioses,
fijémonos con respeto, en el modo en que ellos se comportan sexualmente en sus
sociedades, porque tal vez, el modo en que ellos organizan sus sociedades, sea
más sabio que el modo en que lo hacemos nosotros.
En
las sociedades animales, los machos sienten una pulsión sexual innata hacia casi
todas las hembras, y luchan entre ellos por el derecho a poseerlas a todas.
Esto no está ni bien ni mal, simplemente es, y si es, es necesario, es decir,
Dios, en su infinita sabiduría, así lo dispuso. Gracias a esta pulsión
masculina por todas las hembras, y la sabiduría femenina para dejarse fecundar
por el mejor macho, se ha garantizado durante millones de años, la evolución de
las especies, desde las formas inferiores, hasta las formas superiores. El ser
humano, de hecho, es el resultado de esta pulsión masculina, y de este instinto
selectivo femenino, así que es un poco loco, ir en contra de estas peculiaridades
de ambos géneros, cuando son en verdad, nuestros auténticos padres.
Los
animales superiores muestran de manera natural estos comportamientos: Los
machos luchan entre sí, y de esa lucha, quedan descartados los machos más
débiles y por tanto, los de peores genes. De este modo, se garantiza que los
machos más evolucionados sean quienes fecunden a las hembras y de este modo, se
mejora la especie. Esto no es bueno para los machos más débiles, pero sí es
bueno para la especie en general.
Las
hembras animales no se compadecen de esos machos más débiles. Las hembras
animales se entregan al macho que gana la disputa para conseguir el derecho a
poseerlas. Y como para las hembras, lo más importante es ser fecundadas,
incluso, se dejan poseer por otros machos que son lo suficientemente hábiles
para burlar la vigilancia del macho dominante, cuando éste no se muestra lo
suficientemente capaz de satisfacer a todas las hembras.
Pues
bien, en la humanidad, se dan todos estos comportamientos, pero en nuestro
caso, a diferencia de los animales, los varones rechazamos ciertos
comportamientos instintivos femeninos, y las mujeres rechazan ciertos
comportamientos instintivos masculinos, y entre unos y otros, rechazamos a
Dios, porque nos ponemos a cuestionar su inteligencia y sus disposiciones,
manifestadas a través del orden natural.
Los
animales no sufren por esto, porque lo comprenden, o tal vez porque no tienen
capacidad para plantearse cambiar el mundo, como lo hace el ser humano. Los
machos se pelean por las hembras de manera fraternal. No perdamos de vista que
ellos por lo general, no se matan en estas riñas, les basta con dejar claro
quién manda. Y las hembras no sufren porque los machos dominantes copulen con
el resto de las hembras.
Sin
embargo, las hembras humanas, dando por válido la creencia de que lo ideal es
la monogamia, han entrado en conflicto con el impulso instintivo que se
conserva en los machos humanos, y que les hace sentir pulsiones sexuales por casi
todas las hembras. Hoy por hoy, les cuesta mucho trabajo comprender a muchas
mujeres, que los hombres desean sexualmente a la mayoría de las mujeres, no
porque sean malos, sino porque esto es una peculiaridad intrínseca al género
masculino.
Considerar
enfermizo este comportamiento de los varones humanos, es precisamente la causa
de la enfermedad humana. La humanidad está enferma, justamente por vivir
negativamente sus impulsos sexuales contrarios a la idea de la monogamia. Y en
esta lucha humana por defender las banderas de la monogamia, sufrimos,
desfallecemos y nos convertimos en seres infelices. Casi a diario son
descubiertos señores muy respetables, ricos y famosos, siéndole infieles a sus
mujeres, y todavía algunos se preguntan cómo es posible que esos señores tan
respetables han perdido los papeles de este modo tan absurdo.
Muchos
varones humanos sufren al sentir estas pulsiones sexuales dentro de ellos. Se
sienten malos por sentir lo que sienten, y se fustigan, y se castigan por
sentir lo que sienten, y luchan desde sus mentes, para arrancar de sus cuerpos
dichas pulsiones. Ven estas pulsiones como el demonio, como el diablo que los
habita, sin comprender que estas, no son otra cosa, que la mano de Dios, que no
son otra cosa, que la voluntad de Dios manifestada en la creación humana.
Los varones sufren en muchos casos en silencio
y aceptan a regañadientes la monogamia, porque aunque la sociedad le ha
enseñado que esto es lo moralmente correcto, ellos siguen sintiendo en su
interior, esas lógicas pulsiones sexuales que se oponen a esta manera de
encausar la sexualidad.
Las
mujeres, en cambio, sí que encuentran razones para defender la monogamia. ¿Por
qué? Pues porque ellas tienden a serlo por naturaleza. La mujer tiende a ser
selectiva antes que promiscua. Y sobre todo, durante el período reproductivo, el
necesitar de un hombre que proteja a sus hijos, las hace atarse al padre de las
criaturas y luchar porque éste no se vaya con otras mujeres.
Por
tanto, el hecho de que las mujeres tengan poderosas razones para defender la
monogamia, y los hombres tengamos poderosas razones para enfrentarnos a ella,
trae como consecuencia que en este punto, hombres y mujeres no seamos capaces
de ponernos de acuerdo.
Ahora
bien, esto no quiere decir que en todos los casos, las mujeres acepten de buen
grado la monogamia. En esas etapas de la vida en la que ellas no están pensando
en ser madres (algunas deciden no serlo jamás) prefieren lógicamente,
mantenerse libres sexualmente, poder gozar de la sexualidad sin ataduras, lo
mismo que los hombres, pero se encuentran con sociedades machistas que las
critican, y en muchos casos, con la
crítica feroz de esas mujeres que se han reprimido y se mantienen monógamas
a sangre y fuego. Y bueno, como el peso de la sociedad es tan grande, muchas
veces las mujeres liberadas, sufren el peso de la autoconciencia, pues a veces
ellas mismas, se fustigan y se sienten sucias e indignas por llevar sobre sus
espaldas una abultada lista de su agenda de contactos sexuales.
Hay
mujeres que desde su mente, matan sus impulsos sexuales, usando en muchos
casos, sus ideas religiosas. Equiparan sus pulsiones sexuales al demonio, al
anticristo, cuando como ya dije, en realidad, esas pulsiones son la presencia
de Dios en nuestros cuerpos y en nuestras dinámicas biológicas. Hay una palabra
a la que la mujer le tiene pánico, y es la palabra PUTA. Cuando una mujer
escucha esta palabra, reacciona inmediatamente, de un modo u otro, según cómo
tenga archivada en su conciencia la susodicha palabra, pero en ningún caso le
resulta indiferente.
¿Cuántas
mujeres hay sobre la faz de la tierra, que se sienten “putas”, que sienten que
en realidad son unas “putas” reprimidas, al comprobar que sus impulsos sexuales
no se corresponden con los impulsos sexuales propios de una mujer honrada y de
bien? Muchas mujeres gastan toneladas de su energía espiritual, emocional y
mental, en ocultar la puta que llevan dentro. La “puta” que llevan dentro es su
gran secreto, y sólo la dejan salir, en ocasiones muy concretas, como cuando se
emborrachan, o cuando están practicando sexo en condiciones aceptadas por la
sociedad.
Es
ahí, cuando la “santa” puede por fin, liberar a la “puta” que lleva dentro. Y
cuando la “puta” es liberada, la mujer siente en su alma un gran alivio, porque
por fin puede ser ella misma en toda su totalidad. Todos estos comportamientos femeninos
que implican represión de su sexualidad, inducidos por nuestra moralidad,
llevan a la mujer a la enfermedad mental. Por eso es que todo el mundo dice que
no hay nada peor que una mujer sin sexo, porque su carácter se le endurece
mucho y se convierte en una persona insoportable.
La
mujer en nuestras sociedades, se enfrenta al doble sufrimiento de tener que
reprimir su sexualidad, y al sufrimiento de tener que luchar contra el instinto
“depredador” del hombre en materia sexual. Una vez que la mujer se ha
emparejado, entonces desea que su pareja se olvide del resto de las mujeres del
mundo y mate su instinto sexual polígamo. Es en esos momentos en que a las
mujeres les cuesta más comprender que para los varones, la idea de la
monogamia, resulte insostenible, o al menos, contraproducente.
Hay
mujeres que dicen: “Existen hombres que practican la monogamia normalmente”.
Esto es cierto, hay hombres que practican la monogamia normalmente en sus vidas,
pero la realidad es que este tipo de prácticas, no los hace felices, y más
infeliz será el hombre, mientras menos evolucionado espiritualmente esté, y por
tanto, más apegado a la materia.
El
hombre practica la monogamia, fundamentalmente, por evolución espiritual, pero
más que nada, porque sabe que la práctica de la fidelidad sexual, hará felices
a sus parejas. Un hombre, puede ser fiel sexualmente, por amor a su mujer, pero
no por amor a sí mismos. Y hay mujeres que piensan que esto es lo mejor y lo correcto.
Piensan que el amor que ellos sienten por ellas, debería ser un motivo
suficiente para que se mantengan fieles y no miren nunca a otra mujer.
Y
esta idea parece lógica, pero no lo es tanto. ¿Por qué? Porque cuando una mujer
dice: “Porque me amas, debes serme fiel”, no se da cuenta de que quien está
hablando por ellas es el ego, y es el miedo, y no el amor. La mujer que habla
desde el amor, lo que debe decir es: “Porque te amo, me entrego a ti, soy tuya,
y haré todo lo que sea necesario para que tú seas feliz”. Y un hombre no puede
ser feliz si para hacer feliz a su pareja, debe violar su naturaleza sexual.
Amar
es entregarse, no apresar al objeto de nuestro amor. Cuando nos proponemos
apresar al ser amado, lo hacemos desde el miedo y desde el ego, pero no desde
el amor y desde el espíritu. Es aquí donde debemos trabajar los humanos, para
aprender a amar correctamente y para permitirnos ser una sociedad sana y feliz,
pero esto implicará, desde luego, dinamitar la imposición de la fidelidad
sexual y de la monogamia, por más que ahora mismo nos cueste trabajo aceptarlo.
En
otro orden de cosas, hay que apuntar que los varones también sufren el
comportamiento sexual femenino que las lleva a ellas a buscar al macho alfa. Según la
evolución espiritual de la mujer, entenderá por macho alfa a un ser
materialmente dotado, o a un ser espiritualmente dotado. Pero hoy por hoy, la
mayoría de las mujeres encuentran al macho alfa en esos hombres materialmente
dotados, tanto física, como económicamente.
Sorprende
ver lo relativamente fácil que resulta para un hombre rico, hacerse con los
amores de una mujer hermosa, para el desconcierto de los hombres que han visto
a esas mismas mujeres reconocer que lo esencial es invisible a los ojos y que
lo más importante son los sentimientos. Y también sorprende a los hombres, ver
cómo ciertas mujeres que han apostado por la vida intelectual, cuando se
enamoran y quieren conquistar a un hombre, no lo hacen luciendo sus atractivos
intelectuales sino yendo a lo de toda la vida, un buen escote y unas ropas
ceñidas, unos labios encendidos y una sonrisa complaciente.
Tal
parece que la riqueza funciona para las féminas como un poderoso imán. Pero lo
interesante del caso, es que muchas veces sucede que los hombres que son ricos,
no son especialmente buenas personas, o no son precisamente ese tipo de hombre
dispuesto a sacrificar su libertad sexual. Todo el que tiene dinero y poder,
quiere ser libre sexualmente, porque tiene bien claro, que su felicidad depende
en buena medida de esa libertad sexual.
Algunos de estos hombres ricos y poderosos, no
son ni siquiera jóvenes ni apuestos. Sin embargo, ellos siguen constituyendo un
imán para muchas mujeres. Incluso, el matón de barrio, el chico malo, sigue
siendo muy atractivo para las mujeres. Y esto es algo que muchos hombres no
terminamos de comprender del comportamiento femenino.
¿Por
qué premian las mujeres a los hombres ricos y a los hombres malos, si son
justamente ellos los que son más propensos a engañarlas o a negarles su amor en
exclusiva? Tal vez las mujeres no tengan respuestas racionales y razonadas para
este asunto. La respuesta nace de su irracionalidad, de ese impulso que hace a
la hembra ser selectiva y buscar al macho dominante, aunque vivamos en
sociedades donde en muchos casos, la idea del macho dominante y la idea del
buen hombre difieran.
Sin
embargo, lo curioso es que las mujeres responden a su irracionalidad, con una
sonrisa, les parece gracioso y hasta divertido. En cambio, ellas responden a la
irracionalidad masculina, esa que lleva al varón a desear a la mayoría de las
mujeres, con un gran enfado. En tal sentido, dejan de ser justas las mujeres,
porque asumen su propia irracionalidad y la irracionalidad del sexo opuesto,
con diferente talante.
Luego,
si particularizamos, nos encontramos con que el fenómeno de la búsqueda de
pareja y los emparejamientos, es mucho más complicado, porque casi siempre
responde a programas familiares, a karmas familiares que nos empujan a repetir
en nuestras relaciones de pareja determinados patrones que heredamos de
nuestros padres y abuelos. Sería interesante realizar una encuesta que nos diga
qué número de parejas compuestas por hijos de padres divorciados, terminan
divorciándose, y qué cantidad de parejas estables, son hijos de padres que han
vivido casados toda la vida. Posiblemente hallemos en estos cálculos, una
correspondencia evidente, que nos permita concluir que en ambos casos, unos y
otros han respondido siguiendo los patrones familiares de conducta.
También
sucede que las mujeres cuyos padres han sido maltratadores, terminan
emparejándose con hombres maltratadores, o esas mujeres cuyo padre ha sido
alcohólico, se buscan parejas a quienes les guste la bebida, porque es un modo
irracional de justificar al padre. O la hija de una mujer que se casó por dinero
y no por amor, podría hacer ella lo mismo, buscarse para ella a un hombre con
dinero para casarse obviando los sentimientos, y de este modo, consigue de
manera irracional, justificar a su madre.
Concluyendo,
la fidelidad sexual y la monogamia, resultan mucho más fácil de asumir para una
mujer que para un hombre, no sólo por el hecho de que las mujeres tienden por
naturaleza a la monogamia durante el período reproductivo, sino por el hecho de
que como bien sabemos, todos deseamos más aquello de lo que carecemos, y como
las mujeres no carecen de hombres, porque ellos siempre están disponibles,
entonces ellas no sienten hambre de varones.
Por
eso es que las mujeres buscan amor y los hombres sexo. No es porque los hombres
seamos de Marte y las mujeres de Venus, es simplemente porque ambos buscamos
aquello que no tenemos. La mujer no se siente carente de sexo, se siente
carente de amor. Por eso es que para ellas resulta muy importante ver cómo
reacciona el hombre una vez terminado el acto sexual. La gran duda de la mujer
es: “¿Me quiere, o sólo quiere acostarse conmigo?
En
el caso de los hombres es diferente. No es que los hombres estemos mal dotados
para el amor. Los hombres podemos enamorarnos tanto como cualquier mujer, pero
es cierto que al menos en el 80% de los hombres, la necesidad sexual llega
incluso a nublar en sus mentes la claridad sobre la idea de si están amando o no.
Muchas veces, el varón sabe con certeza si está amando a una mujer o no,
después de hacer el amor con ella.
El
problema está en que el cerebro del hombre produce más testosterona que el
cerebro de una mujer y por tanto, incluso biológicamente, el varón está más
condicionado genéticamente hacia la sexualidad. Hace años me contaba un
entrenador de la selección nacional de atletismo de mi país, que a las jóvenes atletas,
para mejorar su rendimiento, se les inyectaban hormonas masculinas, y me
contaba que ante esto, ellas reaccionaban sintiendo unas necesidades anormales
de tener sexo, y aquellas que no tenían pareja, pedían a sus compañeros varones,
que por favor, les hicieran el amor. Sin embargo, en condiciones normales, las
mujeres dicen: “Yo puedo estar mucho tiempo sin hacer el amor, pero que nadie
me toque, porque si me ponen la mano encima y me acarician, entonces ya no
podré controlar las ganas”.
El
hombre en cambio, no necesita que lo toquen para activar sus pulsiones
sexuales. Al hombre le basta con mirar, con ver. La visión de una mujer hermosa puede
activar en él unas ganas poderosas de tener sexo. Si hacemos el siguiente
experimento: Tomamos a dos jóvenes, de sexo opuesto, de 20 años de edad cada
uno, sanos y atractivos, y los hacemos pasar la noche juntos desnudos en una
cama estrecha, donde no puedan evitar sentir la presencia del cuerpo del otro,
y les ponemos la condición de que no pueden mantener relaciones sexuales. ¿Qué
ocurrirá? Pues ocurrirá que ya el hecho de prohibirles tener sexo, se
convertirá en una motivación para tenerlo. Posiblemente ambos se pasen la noche
muy excitados, pero la excitación sexual que experimentará el varón, a diferencia de la excitación sexual que experimentará
la hembra, a él le resultará dolorosa, porque tendrá erecciones, y cuando su pene
lleve en erección más de 45 minutos, le comenzará a doler. Con los testículos
le pasará otro tanto, se llenarán de semen y empezarán a doler, y el hombre,
con toda su zona genital adolorida, va a empezar a pensar que si penetra a la
chica, terminarán todos sus sufrimientos. Incluso, con tan sólo rozar su pene
con la piel de la chica, él ya sentirá alivio a su dolor, y sucederá que los
cuerpos de ambos, los cuales tienen una conciencia de naturaleza irracional,
lucharán por facilitar la cópula. La vagina de la chica quedará perfectamente
dilatada, húmeda y receptiva, y el pene del hombre quedará también lubricado y
firme, y las posibilidades de que sus mentes racionales terminen siendo
vencidas, es altísimo. Una vez excitados y en la cama, tanto el cuerpo del hombre como el cuerpo de la mujer cooperarán facilitando el acto sexual, pero la diferencia está en que
los hombres se activan sexualmente, con sólo ver a la mujer, mientras que las
mujeres se activan sexualmente a otro ritmo y a otra velocidad. Y a veces son
tantas las barreras psicológicas que tienen las mujeres que le impiden abrirse
a la sexualidad, que necesitan ayudarse del alcohol u otro tipo de estimulante.
He conocido a chicas que me han dicho: “Yo, la primera vez que hice el amor,
mi pareja prácticamente me forzó a ello, pero lo agradezco, porque de no ser
así, nunca me habría atrevido a dar el paso”.
El varón, por lo general, necesita copular, y
esta pulsión es tan fuerte, sobre todo entre los 15 y los 35 años, que termina
doblegando en su mente, cualquier otra consideración, a no ser que estemos
hablando de un hombre que tenga sus necesidades sexuales cubiertas o que sea un
hombre quien por evolución espiritual haya sido capaz de trascender esa fase en
la que el impulso sexual es la manera principal en que el hombre manifiesta el
amor. Sentir la pulsión sexual, muchas veces es vivido por el hombre, como una
maldición, como una pesadilla, porque siente que su pene toma las riendas de su
vida, y eso es algo que no siempre hace gracia. Los hombres quisieran
enamorarse y dejar que sea el corazón quien lleve las riendas de las
relaciones, pero esto no siempre es posible. El hombre necesita hacer el amor,
y una vez que lo hace, encuentra la paz, y sólo entonces su cerebro queda en
condiciones de pensar con claridad.
Los
varones somos muy primarios. Una vez, una amiga de mi pueblo, me hizo un pormenorizado
análisis de todos sus posibles candidatos a pareja existentes en la ciudad. Fue
yendo uno por uno, y diciéndome todos los pros y los contra que tenía con cada
uno de ellos, y en ese análisis entraba la compatibilidad o falta de ella en un
montón de aspectos, los padres, la condición económica, el modo de vestir, los
gustos particulares de cada cual, sus ideas políticas y religiosas, en fin. Yo
me quedé muy sorprendido, porque cuando los chicos hablan de chicas, sólo
comentan cosas relacionadas con su cuerpo, que su cara, que si su sonrisa, que si los pechos, que si el culo,
que si las piernas, que si es virgen, todas las consideraciones están
relacionadas directamente con la mujer en cuestión, y siempre tiene
preponderancia el cuerpo.
Cuando
a un hombre le gusta una mujer, primero le entra por los ojos, y su belleza
física literalmente lo hipnotiza. Luego, el amor puede surgir o no, ya esto es
más complicado. Pero es cierto que los hombres más enamoradizos, son esos que
les cuesta más trabajo poner en palabras su amor, y lo mismo, ponerse a seducir
a las mujeres para convertirlas en sus parejas. El amor paraliza, y mientras
más amas a una mujer, más imbécil parecerás ante ella. Esos hombres que se
comen el mundo, que se muestran seguros de sí mismos, amparados casi siempre en
su dinero o en su belleza física, son los que menos se enamoran, y los que más
juegan con las mujeres, pero eso pasa justamente, porque es ese tipo de hombre
el que más atractivo resulta a las mujeres.
Algo
que se repite constantemente en la vida de la mujer adolescente, es el
enamorarse todas de un mismo chico. En la adolescencia, muchas chicas no tienen
formada su personalidad y casi siempre hay una líder que les impone sus gustos
y criterios. Cuando una de estas líderes pone sus ojos en un chico, el resto de
las chicas se enamoran de él, y esos chicos tan atractivos y solicitados,
muchas veces se dedican a conquistar al mayor número posible de chicas. Y muchas
de ellas, aún viendo con sus propios ojos, como ese chico juega con todas y va
de Don Juan y de pica flor, tiende a pensar: “Conmigo será distinto. De mí sí
se enamorará”. Y muchas mujeres, aún con la duda alojada en su mente, se
arriesgan a probar, y piensan: “Bueno, si todo termina en un fiasco, al menos
habré disfrutado de él y me reportará popularidad y éxito, el haber sido la
novia del chico por el que todas babean.
La
mujer no quiere que jueguen con ella, pero siente una atracción fatal hacia ese
tipo de hombre. He conocido a mujeres que me han dicho: “Sé que ese hombre no
me ama ni me amará nunca, y sé que es un mujeriego, pero sé que si una noche me
lo encuentro en la calle, y se encapricha en mí, no tendré fuerzas para rechazarlo,
y terminará haciendo conmigo lo que quiera. He aquí una muestra clara de la
irracionalidad femenina.
Los
varones, por su parte, en sentido general, sienten mucha hambre de mujeres, más
hambre de lo que debería ser normal. ¿Por qué? Pues porque la mujer, por
naturaleza, tiende a ser selectiva y esto se convierte en rechazo para muchos
hombres. Las mujeres no se van acostando con todos los hombres que le muestran
deseos, y se vuelven más infranqueables de lo normal por el hecho de ser
impulsadas socialmente a reprimir su sexualidad natural.
Si
un hombre y una mujer que no se conocen, por casualidad coinciden en un ascensor,
y en medio del trayecto, al hombre se le ocurre acariciar los pechos y los genitales
de la chica, ella se sentirá violada y el susto que se llevará será mayúsculo.
Tratará de escapar y es muy probable que acuse de violador a esa persona y
tratará de que termine en la cárcel para que más nunca agreda a ninguna mujer.
En cambio, si en ese mismo ascensor, es ella quien se atreve a buscar con su
mano los genitales del hombre, el hombre deseará que el edificio tenga 300
pisos para que el viaje no termine nunca. He aquí un buen ejemplo de la
diferencia entre cómo vive la sexualidad una mujer y cómo la vive un hombre.
Cuando yo tenía 16 años, una buena amiga se me acercó y me dijo: “Hoy perderé
la virginidad”. Yo en cambio, había metido un condón en mi cartera, pensando
que sería bueno estar preparado por si lo de perder la virginidad me ocurría en
algún momento inesperado. Es decir, por regla general, las chicas pierden la virginidad cuando
quieren, y los chicos, cuando pueden. He aquí otra diferencia importante.
Como
hemos visto, los hombres lo tienen mucho más complicado para conseguir sexo, y
por eso terminan rebajándose al sexo por dinero y a otras perversiones como las
violaciones, el exhibicionismo, la masturbación compulsiva, el voyeurismo, el
sexo cibernético y telefónico, o la perversión de ir engañando a mujeres de
autoestima baja, para gozar sexualmente de ellas. Detrás de los amores de
película, se esconden e invisibilizan muchas relaciones sexuales o de pareja,
llamémosle de consolación, que nada tienen que ver con los amores de cine.
Hay
personas, tanto hombres como mujeres, que por su condición física, poco o nada
agraciada, o por tener defectos físicos visibles, se ven excluidos del mundo
del amor. Pasan los años y no consiguen, encontrar pareja. Nadie se enamora de
ellos o de ellas, y terminan emparejándose con personas “quedadas” como ellos.
Pero en estas relaciones de consolación, la base no es el amor, sino la
necesidad de acompañarse y hacerse la vida más llevadera.
Hasta
aquí he tratado de mostrar las peculiaridades de la sexualidad humana, haciendo
énfasis en la entronización de la fidelidad sexual y de la monogamia, y he
tratado de apuntar los conflictos que esta manera de entender la sexualidad
provoca al ser humano. Sin embargo, se hace necesario mencionar otros grandes
pilares que sostienen la monogamia y la creencia en la fidelidad sexual como el
modo ideal de canalizar nuestra sexualidad y de llevar adelante de manera óptima
nuestras relaciones de pareja.
En
la antigua Grecia, las mujeres eran libres de practicar sexo con todo aquel que
quisiera, por tanto, los hijos sabían a ciencia cierta quién era su madre, pero
no siempre tenían claro quién era su padre. Incluso, en determinadas
festividades, como las dedicadas al dios Dionisos, como un modo de rendirle
culto y de favorecer la fertilidad de la tierra, todos bebían desmedidamente y
mantenían relaciones sexuales todos con todos en medio de una gran orgía.
Esta
actitud ante la sexualidad, tenía la ventaja de que todos los hombres se
sentían padres de todos los niños. Había un sentimiento de paternidad hacia la
comunidad, que los mantenía a todos unidos y cohesionados, y como los hombres y
las mujeres no tenían la necesidad de vivir reprimiendo sus impulsos sexuales,
eran todos muy felices y mucho menos neuróticos que nosotros.
Muchos
dicen que una sociedad que practique el sexo libre, será una sociedad caótica e
infernal. Sin embargo, la sociedad griega no era ni lo uno ni lo otro. Al punto
de que los griegos nos dejaron la literatura, las matemáticas, el teatro, la
arquitectura, la astronomía, la historia, la filosofía. Aún hoy, se siguen estudiando los
conocimientos que los griegos aportaron a este mundo, y cuando tras un manto de
cristianismo con su castidad sexual incorporada, la humanidad se sumió en 10
siglos de oscuridad, entre el siglo III de Cristo y el siglo XIII de nuestra
era, la humanidad debió volver sus ojos a los griegos y romanos para volver a
avanzar. Lo que hoy conocemos como "El Renacimiento" no fue otra cosa que el sacudirse el ser humano del largo letargo de 10 siglos impuesto por al ser humano por sociedades que colocaron al dios cristiano en el centro de sus vidas. Pero al final, no le quedó más remedio a la humanidad que volver a mirar a Grecia y a Roma.
Los
romanos, a diferencia de los griegos, pusieron su atención en el derecho, ellos
quisieron dirigir sus vidas desde sus conciencias y no desde la conciencia
natural o lo que es lo mismo, la conciencia de Dios. Crearon un sistema de
leyes muy interesantes, que siguen siendo hoy la base de nuestra legislación.
Pero el derecho romano tenía un gran problema. Para poder determinar las
herencias que dejaban los padres a los hijos, era necesario que los hijos
supieran quién era el padre, porque las propiedades siempre estaban en manos de
los hombres.
Bien
pudieron haber puesto las propiedades en manos de las mujeres, pero en una
sociedad patriarcal como la romana, eso era imposible. ¿Cómo lo resolvieron?
Pues violando el orden natural. Haciendo que las sociedades dejaran de ser
polígamas por ley, para convertirse en sociedades monógamas donde todo hijo
debía saber quién era su padre.
Los
mandatarios, hipócritamente, al tiempo que condenaban a los hombres a la
monogamia, se mantenían polígamos conservando sus grandes harenes repletos de
mujeres. Es decir, le dieron monogamia al pueblo, pero no se dieron monogamia a
sí mismos.
Otro
fenómeno asociado a la monogamia, fue que el trabajo de las prostitutas se
convirtiera en un trabajo indigno, cosa que antes no lo era tanto, pues hasta
la misma emperatriz Mesalina era capaz de competir sexualmente con cualquiera
de las prostitutas de la época.
El
otro pilar sobre el cual se sustenta la monogamia, es la religión cristiana.
Cuando Jesús llegó a la tierra, sus seguidores no fueron capaces de
comprenderlo en toda su magnitud. Tomaron de él lo que pudieron, y a su muerte,
se propusieron a toda costa, convertirlo a la vista de todo el mundo, en un
santo, en el Mesías, en el hijo de Dios. Y no es que no lo fuera, seguramente lo fue, pero ni siquiera al hijo de Dios, fueron capaces los hombres de escuchar y de seguir y de creer a pie juntillas en sus palabras y en su ejemplo.
Aquellos hombres entendían que un hijo de Dios tenía que estar libre del
impulso sexual y mucho más aún, de la fornicación, pues esto era lo que
enseñaban las escrituras sagradas de las religión judía, y lo mismo, la
tradición legislativa romana, trataron de borrar de la vida de Jesús, toda
presencia femenina. Las relaciones amorosas que tuvo con María Magdalena,
fueron ocultadas, y a esta buena mujer, la obligaron a marcharse de Judea,
terminando sus días en la península itálica.
Si
los seguidores de Jesús hubieran copiado el comportamiento de Jesús en materia
de amor y de sexo, si lo hubieran entendido como un comportamiento santo, y no
como un comportamiento del cual ellos se avergonzaban, la historia de la
sexualidad humana, y la historia toda de los últimos 2000 años, hubiera sido muy distinta.
Entender
el modo en que Jesús comprendía la sexualidad es complicado, por el simple
hecho de que cada persona se comporta sexualmente según su grado de crecimiento
espiritual. El ser humano poco evolucionado y apegado a la materia, identifica
su yo, con su cuerpo físico. El ser humano evolucionado espiritualmente, siente
que él es un alma que ha anidado en un vehículo físico. El ser humano poco
evolucionado y material, practica una sexualidad donde el cuerpo y los placeres
corporales están en un primer plano. El ser humano evolucionado
espiritualmente, practica una sexualidad donde los placeres espirituales
provocados por el enlace amoroso, ocupan siempre un primer plano, y el placer
del cuerpo queda en un segundo plano. Por tanto, una cosa es el modo en que
Jesús entendía su sexualidad, y otra bien diferente, era el modo en que sus discípulos
entendían la sexualidad que él practicaba.
Otro
aspecto que nunca se llegó a comprender de la sexualidad y la vida amorosa de
Jesús es que María Magdalena era una mujer rechazada socialmente por haber
practicado la prostitución y por ser una mujer a quien muchos daban por loca.
Ella era el vivo ejemplo de la persona a quien nadie amaría. Pues bien, ¿qué
amor, sino el amor de Jesús, podía ser tan grande y poderoso como para posarse
sobre la persona de María Magdalena? ¿Qué luz mejor que la luz de Jesús, para
alumbrar la vida de aquella desdichada? Jesús, amando a María Magdalena, mostró al mundo el tamaño y la naturaleza de su amor, pero esto no fue comprendido.
Jesús
reconoció en María Magdalena a su alma gemela. Hay algo que la gente no sabe, y
es que el ser humano necesita, para manifestar el poder de su divinidad, unirse
en un acto de amor con su alma gemela. De hecho, el poder de Dios radica en que
él es femenino y masculino al mismo tiempo. Esta es una ley inviolable, así que
es equívoca esa idea que tenemos de los hombres santos, desligados de su doble
femenina. En el mundo de la dualidad, todos somos una mitad necesitada de su
completo. Uno de los grandes errores de la religión católica es que le dio a
María, la madre de Jesús, el lugar que le correspondía a María Magdalena. En
todas las grandes religiones, todos los dioses masculinos tienen su pareja,
mientras que al pobre Jesús lo han querido emparejar con su madre.
Jesús
amó a María Magdalena con todos sus cuerpos, también con su cuerpo físico, y
este amor era puro y limpio. El sexo no es sucio en sí mismo, cuando está
asentado sobre un sentimiento de amor. El amor siempre santifica al sexo. Lo
que hace digno al sexo, no es que se haga dentro del marco del matrimonio, sino
que se haga dentro del marco del amor. Una pareja de casados puede perfectamente
estar fornicando si no están realizando el acto sexual empujados por la fuerza
del amor. Aún casados, si es la fuerza de la lujuria, o la fuerza de la
costumbre quien provoca el acto sexual, ellos estarán pecando, al menos si
entendemos el pecado como apego a lo material. Cuando en el acto sexual se
procura el cuerpo de la otra persona y no fundirse con su alma, se está
pecando, y da igual que se trate de una pareja que viva en matrimonio.
Comprender
esto, es esencial para que miremos la sexualidad de un modo correcto. Los seres
humanos debemos evolucionar hacia un tipo de sexualidad basada siempre en el
amor, pero para que esto funcione, debemos dinamitar la idea de que lo correcto
es amar a una sola persona.
Jesús
decía: “Amaos los unos a los otros”, y enseguida aparece alguien que salta para
decir: “Si, pero Jesús hablaba de amor espiritual” y es cierto, hablaba de amor
espiritual, pero mientras que Dios esté metiendo las almas humanas en
envolturas materiales, la mejor manera de manifestar el amor espiritual que uno
siente por su pareja, es deseando fundirse con ella en un solo cuerpo, y el
cuerpo físico no tiene por qué quedar excluido. El cuerpo físico es tan puro y
santo como cualquiera de nuestros cuerpos. El cuerpo espiritual pare al cuerpo
físico, con la misma naturalidad con la que nuestro cuerpo físico pare su
sombra. Tú cuerpo físico, es suma y reflejo de tus cuerpos espirituales.
Cuando
alguien ama a alguien, no es pecaminoso el impulso que siente hacia esa
persona, impulso que estará bendecido por todos los chorros de energía que
salen de nuestro cuerpo, incluidos el chorro de energía sexual.
En
el estadio actual en que se encuentra la raza humana, proponernos mantener
relaciones sexuales siempre impulsados por un sentimiento de amor auténtico, es
una buena medida para crecer como almas. El error ha estado en creer que es el
matrimonio quien santifica y purifica el acto sexual, y esto no es así.
Por
tanto, está libre de ataduras de mantener sexo con todo el que quiera, quien es
capaz de amar a todo el mundo. Quien piensa que amar a todo el mundo es
imposible, está hablando desde su propia limitación personal para amar. Pero
hasta el propio Jesús nos invitó a amarnos de ese modo, los unos a los otros,
para ser como nuestro Padre Celestial que está en los cielos, que hace que el
sol salga para justos e injustos, y que hace que llueva para justos e injustos.
En
realidad, el amor de los humanos debería ser incondicional. El amor de los
humanos no debería preguntarse si el ser amado se merece o no nuestro amor. El
amor que salga de cada uno de nosotros, debería estar libre de ataduras. El que
sea capaz de amar al prójimo, que lo ame, y el que no, que se dedique a ir aprendiendo.
Y todo aquel que sea capaz de amar, que no se limite en manifestar en formas
carnales ese amor si así lo siente necesario. Ahora bien, es cierto que todo
ser evolucionado espiritualmente rara vez será promiscuo.
El
sexo desprovisto de amor, denota falta de crecimiento espiritual, pero más por
la falta de amor, que por el hecho de copular. Uno de los grandes errores
humanos, ha sido el de demonizar la sexualidad, al punto de asociar la palabra
PECADO, a la palabra SEXO, cuando existen muchas maneras de pecar, y hacer el
amor no es ni mucho menos la peor de ellas.
Pensar
que el mayor daño que un ser humano le puede hacer a otro es fornicar con él,
es una gran mentira. Sólo necesitamos usar un poquito la lógica para comprender
esto. Los seres humanos somos capaces de dañar a los demás de muchísimas
maneras. Pensar que el mundo se vuelve caótico porque se liberalice sexualmente
es un equívoco. De hecho, si existe una tendencia actual a liberarnos
sexualmente, no es porque estemos retrocediendo en nuestro camino de
crecimiento espiritual, más bien deberíamos hablar de un retroceso relativo,
pero retroceso necesario para que la humanidad, sobre todo en occidente, se
vaya liberando del mal que le produjo la represión sexual que ha vivido.
El
hecho de enlazar el sexo al matrimonio y no al amor, ha sido un grave error que
hemos cometido, porque en primer lugar, nos han obligado a matar la capacidad
humana de amar a todo el mundo, y porque en muchos casos, nos han obligado a
canalizar nuestros impulsos sexuales en el estrecho marco de un matrimonio
donde en muchos casos el amor ha muerto, y donde en la mayoría de los casos, la
pasión sexual, también.
Pensar
que quien ama a una persona, es incapaz de amar a otra es una idea errada.
Muchas veces es el resultado de las limitaciones para amar, de esa persona que
lo dice, y muchas veces no es otra cosa que una defensa contra su propio miedo
a perder a su pareja, a que su pareja se enamore de alguien más y eso la lleve
a perderlo, o como una justificación para apresar a la persona con quien se
relaciona. Pensar que el matrimonio te libra de volverte a enamorar, no es más
nada que una falsa creencia. La mayoría de gente casada, que le teme a volverse
a enamorar, gasta mucho tiempo, fuerzas y energía, en matar dentro de sí, tales
sentimientos.
La
realidad es que el amor no es algo racional, y puede llegar a nosotros en
cualquier momento, sin que lo podamos evitar. Una sociedad sana y evolucionada,
será aquella en la que todos sus miembros vivan abiertos a enamorarse los unos
de los otros, y a manifestarse ese amor de todas las maneras posibles, sin que
nadie se sienta mal por eso, y sin que nadie se sienta con la potestad de
encarcelar a nadie por amarla. Del mismo modo en que tú puedes amar a una
persona porque te parece maravillosa, muchas otras personas pueden enamorarse
también de esa misma persona, y deberían tener derecho a manifestar ese amor
sin que nadie se ofenda. Luego, dependerá de la persona multiamada, gestionar
el amor que recibe. Amar es entregarse, no poseer. Amar a una persona no
significa que tengas derechos sobre ella.
Un
hombre debería aceptar sin problemas, que su maravillosa mujer sea amada por
muchos otros hombres, y debería aceptar que su maravillosa mujer se enamore de
otras personas maravillosas que ha conocido, sin que amar a otros tenga
necesariamente que significar dinamitar las estructuras familiares. También esa
mujer debería estar libre para decidir dejar a un hombre, si así lo desea, e
irse con otro, sin que eso produzca un trauma. Y lo mismo debería pasar con las
mujeres casadas o comprometidas, que deberían aceptar que sus parejas amen a
otras mujeres y que decidan sin mucho problema, vivir con una o con otra. De
hecho, deberíamos aprender a diferenciar entre la persona con quien decidimos
tener nuestros hijos y compartir vivienda, con esas otras personas amadas con quien
simplemente no compartiremos vivienda ni hijos, pero sí amor.
El
ser humano del futuro, mantendrá relaciones amorosas mucho más abiertas. La
idea de la pareja tal como la conocemos hoy, dará paso a estructuras amorosas
más complejas y liberadoras, y habrá una tendencia a vivir en comunidades
armónicamente relacionadas y que donde se favorecerá el contacto entre las
personas y la vida en contacto con la naturaleza. Hoy en día, las limitaciones
materiales que padecemos, hacen impensable una vida tan libre, pero un día
vendrá en que el ser humano deje de ser un esclavo de lo material, necesite muy
poco para vivir, y tenga condiciones óptimas para moverse de un lugar a otro.
¿Entonces
cómo debería comportarse hoy la sociedad con relación a la sexualidad? Pues
bien, cada persona reflejará a través de su sexualidad, su propia condición
espiritual. La humanidad se irá desarrollando espiritualmente y por tanto, el
sexo será cada día más sublime.
No
debemos escandalizarnos por la libertad sexual de los jóvenes y por la aparente
relajación de la moral que estamos experimentando hoy en nuestras sociedades.
Recordemos que para construir lo nuevo, se hace necesario destruir lo viejo, y
es lo que está pasando ahora mismo. Las nuevas generaciones no están dispuestas
a vivir una sexualidad que coarte su libertad. Ellos terminarán por dinamitar
todas las estructuras sociales esclavizadoras, y una de las que más está siendo
afectada, es la institución del matrimonio.
Hoy,
el 45% de las personas en edad de casamiento, se mantienen solteras, porque no
están dispuestas a renunciar a su libertad, y el número de divorcios va en
aumento. El matrimonio está condenado a regenerarse o morir. Estableceremos
relaciones más abiertas con nuestras parejas, o no estableceremos relaciones,
así de simple. En la lucha entre las leyes naturales y las leyes sociales,
siempre terminarán venciendo las primeras. Ninguna ley social, violatoria de
las leyes naturales, podrá sostenerse exitosamente.
Todas
estas transformaciones sociales que
advertimos hoy, no son más que cambios necesarios en el proceso de evolución y
de liberalización de la raza humana. Deberíamos educar a nuestros hijos de
manera tal que aprendan a amar correctamente, es decir, sin poner condiciones
al ser amado de manera tal que no coartemos su libertad. Practicar el amor como
entrega. Practicar el amor al prójimo, como un acto espiritual, sí, pero que no
necesariamente tenga que estar reñido con la sexualidad. Debemos enseñar a nuestros
hijos y también aprender nosotros mismos a decir con sinceridad: “Te amo, pero
puedo ser feliz sin ti”.
No
olvidemos que una cosa es estar abierto sexualmente al mundo (entendiendo el sexo como una forma de amor), y otra bien
diferente, estar manteniendo sexo con todo el mundo, pues ni siquiera amando a todo el mundo, seríamos capaces de sexualizar todo el amor que sentimos. Estar abierto sexualmente al mundo, entendiendo el sexo como una forma de amor, es más una declaración de principios, que una idea a materializar.
El sexo debe ser entendido
preferentemente, como una manifestación de amor, pero debemos comprender que no
siempre dos personas que se amen, tienen que terminar haciendo el amor. El sexo
puede funcionar como una maravillosa manifestación del amor, pero no es la
única. Incluso, en ciertos casos, el sexo sin amor puede hacerle a las personas
que lo practican más bien que mal.
Hoy
nos cuesta trabajo comprender esto, porque partimos sobre la base de observar
nuestras enfermizas sociedades actuales, donde nuestro comportamiento sexual es
en muchos casos atrofiado. Pero cuando la sociedad se vaya sanando, y eso lo
conseguirá entre otras cosas, con la liberación de las ataduras sexuales que
hoy nos oprimen, la libido bajará mucho, y el sexo dejará de ser un tabú, y
nuestros cuerpos dejarán de ser un tabú, y el coito dejará de ser visto como el
centro del acto sexual. La genitalidad, aunque se siga practicando por los
siglos de los siglos, cada vez irá perdiendo fuerza dentro del conjunto del
acto sexual, porque las energías se irán desplazando de la zona genital a la zona
del corazón y del cerebro en la misma medida en que nos vayamos
espiritualizando.
La
iluminación, la cual la podemos asociar con el hecho de que nuestra aura se
vuelva blanca y luminosa, es un proceso que se obtiene cuando somos capaces de
hacer que de nuestro cuerpo, salgan de manera uniforme los 7 grandes chorros de
energía que emanan cada uno de nuestros 7 chakras principales.
El
camino que el ser humano persigue hasta conseguir la iluminación consiste en ir
despertando en nosotros cada uno de esos chorros de energía, los cuales cada
uno de ellos aporta un color a ese gran arcoíris que debemos hacer salir de
nosotros para conseguir al final desprender la luz blanca. El color rojo (YO
SOY) está relacionado con el instinto de conservación y es emanado por un
chakra que se encuentra en la base de la columna vertebral. Ese color lo
tenemos casi todos desarrollado. Todos sentimos esa fuerza interior que nos
hace cuidar de nosotros mismos para preservar la vida.
Luego
está el color naranja, (YO SIENTO) que está relacionado con el sexo. Es una
energía que es emanada por el chakra que se encuentra en la zona de los
genitales. Es una energía que todos sentimos dentro de nosotros, y que ya
expliqué cómo por error, ha sido demonizada. Luego está el color amarillo, (YO
HAGO) que está relacionado con las bajas pasiones y gula, con el deseo de
alimentarnos, Y sale del chakra del vientre.
Hasta aquí los tres primeros chakras con
las energías que están actualmente desarrolladas casi en la totalidad de los
seres humanos del mundo. Por eso es que en las televisiones, para captar
audiencia, siempre ponen programas destinados a interactuar con estas tres
energías:
1-(ROJO)
Instinto de conservación=Violencia.
2-(NARANJA)
Sexo= Programas con una alta carga erótica y sexual, o Pornografía.
3-(AMARILLO)
Bajas pasiones y Gula= Programas protagonizados por gente común, llena de bajas paciones y poco evolucionada intelectual y espiritualmente, o programas de cocina.
Muchas
veces los programas de la televisión o las películas, mezclan interesadamente
estos 3 componentes en mayor o menor medida.
Luego
aparecen los 4 chakras superiores que son los que la humanidad se encuentra
desarrollando actualmente. Está el color verde, (YO AMO) que es la energía que
sale del chakra del corazón, y se relaciona con el amor de pareja. Hay personas
que son incapaces de amar, y hasta rechazan que les hablen de amor. Mientras
más miedos alberga una persona en su mente y su corazón, más propenso es a
encarcelar a la persona amada, es más celoso, etc. Algunos lo son tanto, que el
temor a sufrir por amor, los paraliza. Algunos se atreven a emparejarse una
vez, y si fracasan, ya tienen claro que no volverán a pasar por eso. Todos son
traumas que la raza humana tendrá que ir superando con el tiempo.
Luego
está el color azul (YO DIGO), que es una energía que sale del chakra de la
laringe, y está relacionado con el modo en que nosotros expresamos ese amor que
ya hemos experimentado en el cuarto chakra. Luego está el color violeta,(YO
VEO), que sale del chakra que se encuentra en la glándula pituitaria o tercer
ojo, que está relacionado con la capacidad de amar al prójimo como a ti mismo,
y amar al prójimo como has aprendido a amar a tu pareja. Y por último está la luz blanca (YO
SOY UNO CON DIOS) que sale del chakra coronario, y nos ayuda a comprender la
ilusión de dualidad que vivimos en el plano físico, y nos hace experimentar la
conciencia de unidad con la divinidad.
He
explicado esto de las energías y los chakras, para decir luego que se equivocan
aquellos que piensan que alcanzarán la iluminación matando sus formas
inferiores de energía. En vez de rechazar esa parte de nosotros mismos, que es
tan divina y luminosa como las energías superiores, lo que debemos hacer es
armonizarlas con el resto de energías. Los escalones superados de la pirámide
del crecimiento espiritual, no hay que destruirlos.
Dicho
esto, quedamos en condiciones de comprender que un ser de luz, como Jesús, por
ejemplo, no era una ser con su capacidad sexual atrofiada. Era un ser con su
capacidad sexual intacta, pero que la manifestaba de manera correcta, al tenerla integrada en el conjunto de las
energías emanadas de su cuerpo.
Cuando
una persona ha despertado a la luz blanca, y por tanto, a la iluminación, no se
siente separado de Dios, y por tanto, se siente Dios mismo. Un ser así, que
habla desde su conciencia superior, no puede hacer otra cosa que amar en todas
direcciones, a todos y a todo. Y a esa clase de amor fuimos invitados por el
maestro de los maestros. Está claro que un ser que manifiesta una conciencia de
amor tan elevada, no va por el mundo buscando sexo, más bien va por el mundo
tratando de ser útil a la mayoría. Cosa que no quita que ese ser encuentre en
la tierra a su alma gemela y a ella la ame carnalmente.
Cada
uno de nosotros se encuentra en un punto del camino del crecimiento espiritual,
en un escalón determinado de la pirámide del crecimiento espiritual, y cada uno
de nosotros se manifestará sexualmente en función del escalón donde se
encuentre. Nada es malo ni nada es bueno, todo es lo mismo. Todos hemos pasado
y pasaremos por todos los estadios. No es necesario demonizar nada, porque
demonizar una parte de nuestro cuerpo, nos produce miedo y el miedo se traduce
en enfermedades. Amemos a nuestro cuerpo físico y a nuestros cuerpos
espirituales y vayamos desde el amor manifestado en todos los niveles, sanando
poco a poco a la raza humana.
Amémonos
los unos a los otros, como Jesús nos amó, y dejemos de temerle a la energía
sexual. Adorémosla como debemos adorar al resto de las energías maravillosas
que emanan de nuestro cuerpo, pero eso sí, vayamos, si nos es posible, al sexo
desde el amor, y no al amor desde el sexo. Y si sientes que has vivido toda tu
vida reprimiendo tu sexualidad y esto te ha convertido en un ser triste y oscuro, libérate aunque eso implique pecar, porque la
represión sexual podría estar siendo en ti un pecado aún mayor que el libertinaje sexual. Siempre es
fácil saber cuál es el camino correcto, porque el camino correcto, es siempre
aquel que nos produce felicidad.
TADEO