
ACERCA DEL PLANO ASTRAL
Lo que comúnmente llamamos en metafísica, plano astral, es aquel universo conformado por las emociones de todos aquellos seres capaces de sentirlas, entre ellos, los seres humanos, los animales, y otras entidades de naturaleza desconocida para la humanidad ordinaria.
Ningún otro plano de existencia está tan estrechamente relacionado al plano físico, como el plano de las emociones. De hecho, están tan a flor de piel, que somos seres vivos con una gran capacidad y sensibilidad para vibrar ante todo aquello que nos emocione.
En el momento psicológico que vive el planeta ahora mismo, las personas somos mucho más emotivas que racionales. Esta peculiaridad de la raza humana, nos convierte en seres muy interesantes y contradictorios.
Muchas veces en todos nosotros se dan contradicciones entre lo que pensamos y lo que sentimos. De ahí que podamos pensar que algo es malo, y aún así no podemos resistirnos a hacerlo. En todos nosotros se da esta batalla tremenda entre lo que queremos hacer, y entre lo que somos capaces de hacer, entre lo que queremos ser, y lo que somos capaces de ser realmente.
El ser humano poco a poco va entendiendo la necesidad de ir dominando a través de la mente, nuestras emociones negativas.
Para hacer todo esto más complejo, debemos tener en cuenta que las nociones del bien y el mal no siempre son absolutas, sino que responden a condicionamientos histórico sociales. Con el transcurso de los tiempos, la sociedad humana, a partir de su experiencia vital, va perfeccionando su ideario ético y moral, y en función de esos principios, establecemos reglas de vida, patrones de conducta que nos permite mejorarnos a nosotros mismos como seres humanos. Este es un proceso lento de crecimiento espiritual, pero que ocurre sin detenerse. Si acaso, en ciertos momentos de la historia, advertimos momentos de retroceso relativo, de involución relativa, pero a la postre, siempre la humanidad es empujada por fuerzas espirituales invencibles, hacia la consecución de su objetivo cimero, que es la evolución de nuestras almas, en medio de un proceso mucho mayor que nos dejará en condiciones de renunciar a nuestro vehículo físico, sucesivamente, a nuestro vehículo emocional, mental, y así sucesivamente hasta convertirnos en un todo único, en el UNO indiferenciado.
Este gran ciclo no se detiene jamás, y la humanidad no puede hacer nada para escapar de él. Algunos seres humanos vamos a ciegas por este sendero de crecimiento espiritual, y otros vamos con un poco más de conciencia del mismo. Es una especie de destino global que se conforma por la suma de todos nuestros destinos individuales, entendiendo el destino, no como algo rígido, sino como un camino en el que siempre tendremos algún grado de libertad, grados de libertad que se van reduciendo en la medida en que las personas vayan pasando más veces por el ciclo del nacimiento y la muerte en el plano físico. Es decir, mientras más veces haya nacido y muerto un individuo, más rígido será su destino, o su karma.
Uno de los nombres con que comúnmente se denomina al plano astral es KAMALOKA, que significa, “lugar del deseo”. Eso quiere decir que el plano astral o emocional, es el universo donde vive y se desarrolla, por decirlo de algún modo, nuestro cuerpo de deseo, o lo que es lo mismo, nuestro cuerpo emocional o astral.
Todos los planos de existencia, desde el físico, hasta todos los demás, presentan 7 subdiviciones. Dicen los maestros de sabiduría, que el plano astral se parece mucho al plano físico. Dicen que la disposición de lo objetos en ese mundo, es muy similar. Por eso es que las personas que abandonan el plano físico, es decir, los que mueren, se encuentran de repente en un mundo que es bastante correlativo al mundo de los vivos, eso sí, más parecido a un sueño que a la realidad, puesto que allí las relaciones espacio temporales son diferentes. Se podría decir que en ese plano, al no existir formas materiales tan densas, tanto el tiempo como el espacio, manifiestan peculiaridades a las que las personas difuntas necesitan acostumbrarse.
A veces, conversando con espíritus en sesiones espiritistas, ellos me han dicho que cuando una persona muere y va a ese plano, es como si naciera. Una vez un espíritu me dijo: ¿No es cierto que cuando un bebé nace, necesita casi un año para empezar a hablar, caminar, etc? Pues hazte a la idea de que aquí es igual. Una persona recién muerta es para nosotros igual que para ustedes un bebé.
Hay personas vivas que tienen del mundo astral algunos atisbos. Sus ojos astrales, digámoslo así, son capaces de captar algo de allí, aunque la mayoría de los humanos no vemos nada en esos planos, o peor aún, no damos importancia y validez a lo que vemos.
Por ejemplo, a veces, en ciertas circunstancias sentimos como una presencia, como una sombra que pasa a nuestras espaldas, o en la habitación contigua. Procuramos ir a ver, fijar bien la vista, y ya no vemos nada. ¿Por qué ocurre esto? Bueno, una manera de explicarlo sería la siguiente: A veces estamos distraídos, como con la mente en blanco. Tenemos adormecida por un instante el sentido de la visión física. En ese estado en que nos encontramos, los ojos astrales se activan. Por un momento, libres inconscientemente de la visión física, esos otros ojos que tenemos, se activan y podemos ver algo del mundo de las sombras, podemos ver entidades espirituales que nos rodean, abrimos por unos instantes los ojos a ese otro mundo que está ahí, en otra dimensión, pero ahí, muy cerca, aunque entendamos que no hablo de cercanía en el sentido espacial, sino que es una cercanía otra, difícil de explicar y de entender para aquél que no sea capaz de desprenderse de esa visión que emanan de las palabras, “cerca” o “lejos”.
Otra cosa a tener en cuenta es que los seres astrales, pueden cambiar de forma en un instante. ¿Por qué? Pues porque si bien, nosotros los vivos, con nuestros pensamientos no podemos modificar apenas nuestra materia física, sí podemos modificar de un modo radical nuestra materia astral, nuestro cuerpo astral. De ahí lo peligroso que es para una persona viva, saber qué ha visto, o peor aún, a quién ha visto en esos planos, porque las entidades espirituales se nos pueden presentar como mejor a ellos les plazca. De hecho, muchas veces los espíritus se nos presentan de manera tal que los podamos reconocer, y conozco a algunos espíritus, que por pura coquetería, prefieren presentarse jóvenes, y no con la forma que adoptaron en los últimos años de su vida. En todo caso es una constante que veamos a los espíritus, (por ejemplo, en sueños) con muy buen semblante y buena salud.
También es cierto que como las ideas son tan fuertes, puede darse el caso, por ejemplo, de que un espíritu que muriera a consecuencia de un ataque de asma, sienta después de muerto, esa misma angustia, es misma falta de aire que sintió en vida. También hay entidades espirituales que en vida albergaron un cuerpo enfermo de la mente, y esas ideas y emociones que generaron, las arrastran también.
Las personas que vivimos en la tierra, somos muy poco conscientes de la importancia que tiene para nosotros, cuidar y educar nuestro vehículo astral. No somos conscientes de que nuestro cuerpo más perecedero es el cuerpo físico, mientras que el vehículo astral lo conservamos, (a saber) durante dos encarnaciones. Por tanto, el cuerpo astral o emocional, deberíamos cuidarlo el doble de lo que cuidamos el cuerpo físico. Tenemos una especie de instinto que nos lleva a cuidar el vehículo físico, porque lo identificamos directamente con el YO. Muchos piensan erróneamente que ellos son solamente y más que nada, su vehículo físico, y eso es un grave error.
Sería un ejercicio muy provechoso para la humanidad, empezar a tomar conciencia de que ellos son mucho más que su cuerpo físico, y que por ejemplo, ya desde ahora, deberían aprovecharse de la maravilla que es tener conciencia de la existencia al menos de esos dos vehículos que son el vehículo astral o emocional, y el vehículo mental. Incluso, como el vehículo mental (a saber) puede acompañarnos durante muchas encarnaciones, deberíamos tratarlo con excesivo mimo. Debemos fortalecerlo, cultivarlo y sobre todo, identificarnos con él, no como un cuerpo simple de ideas, sino como un cuerpo que es mucho más cercano a nuestro verdadero YO, y un cuerpo desde donde estaremos en muchas mejores condiciones de conocer nuestra verdadera naturaleza humana, y desde el cual podemos amoldar nuestro vehículo astral.
Todos los seres humanos, en mayor o menos medida, controlamos nuestras emociones desde nuestra mente. Eso sí, hay personas que no lo hacen apenas, incluso creen correcto dejar que esas emociones fluyan libremente y sin control. Hay personas que piensan que todo lo que sale de su corazón, entendiendo corazón como vehículo emocional, es bueno. Nada más alejado de la verdad.
Hay que tener mucho cuidado con esa expresión: “Escucha a tu corazón”. No todos tenemos el mismo desarrollo de nuestro “corazón”, o lo que es lo mismo, de nuestro vehículo emocional. Hay personas evolucionadas espiritualmente, de cuyo corazón sólo emanan sentimientos puros y altruistas, y hay personas menos evolucionadas, que tienen que estar luchando de un modo feroz con eso que sale de dentro de su propia naturaleza emocional.
Muchas personas me han dicho: “Yo soy una buena persona, pero cuando me hacen algo malo, me pongo como una fiera”. Yo intento hacerles ver, que esa fiera que salta de dentro de ellos mismos cuando los han ofendido o atacado de algún modo, es el verdadero rostro de su cuerpo emocional. Intento llevarlos a que domen esa fiera que llevan dentro, porque se puede domar. El ejercicio del bien, ese ejercicio impuesto desde la mente racional, nos lleva a purificar y embellecer nuestro cuerpo emocional.
Cada persona es un mundo, y cada uno de nosotros, sabemos la naturaleza de la “fiera” que nos ha tocado domar. Pero lo importante es empezar ya mismo este largo proceso de doma, que nos tomará muchas existencias. Pero cuando antes se empiece, antes conseguiremos nuestros objetivos. Claro, no es nada sencillo este trabajo. El punto de llegada, según plantean los maestros de sabiduría es la ausencia total de deseos, pero este punto de llegada nos puede parecer ahora mismo, hasta absurdo, descabellado. No somos capaces de imaginar la vida renunciando a nuestro cuerpo emocional. Sí es posible renunciar a él, o por lo menos, purificarlo lo suficiente hasta el punto, que las obras de amor y de altruismo nazcan de ese vehículo emocional, y no procedan de nuestra conciencia racional. Ese día, en que hacer el bien nos haga vibrar, ese día habremos descubierto la felicidad, la única posible en la tierra, pues dicen los maestros de sabiduría, que en la tierra sólo pueden ser felices aquellas personas que sientan felicidad amando al prójimo, ayudando al prójimo. Nadie que coloque su felicidad en darle placeres al cuerpo físico, (y noten que la humanidad ordinaria, se pasa la vida haciendo esto constantemente, y de hecho entienden la felicidad como esto) podrá ser verdaderamente feliz. Vivirá sólo momentos felices, instantes de felicidad que siempre se romperán en sus manos como pompas de jabón. Hay algunos que aseveran que esa es la felicidad, que no hay otra felicidad en la tierra que estos momentos de felicidad que nos prodigamos, pero no es así. Existe un estado de felicidad perenne que nace de la educación de los vehículos emocional y mental. Y bueno, una idea importantísima en todo este camino de crecimiento y purificación humana, es alcanzar la certeza de que somos mucho más que nuestro cuerpo físico. Cultivar esta idea, nos genera frutos maravillosos. Una vez bien plantada en nuestra mente, comprobamos que la oscuridad de la noche de nuestra vida, se convierte en claridad, en seguridad, en paz para el alma.
Otro elemento que debemos tener en cuenta es que nuestras emociones, al igual que nuestros pensamientos, influyen directamente sobre las personas que nos rodean. Un fenómeno muy interesante resulta comprobar que cada raza, cada cultura, ha desarrollado una serie de ideas y de emociones determinadas y propias de su devenir histórico. Pues bien, cuando visitamos un país de cultura diferente a la nuestra, sentimos (las personas con algún nivel de desarrollo sensorial) la influencia rara de esas ideas y emociones sobre nosotros. A esto también le llaman el “inconsciente colectivo”, o la conciencia colectiva. Esto es muy real. Nuestros vehículos emocional y mental, están expuestos a la influencia externa de las ideas y las emociones de los demás. Dicho esto podemos inferir que es necesario que seamos responsables de lo que sentimos y de lo que pensamos. Sentir positivamente y pensar positivamente, es una de las maneras que tenemos de hacer mejor la vida en este planeta, y de hacer mejor a la humanidad. Ojalá que los que lean este texto, comprendan la necesidad de juntarnos todos en el empeño de lanzar al mundo una energía mental y emocional de amor, de paz, de solidaridad, etc. y claro está, impedir que de nosotros salgan los odios, las envidias, los orgullos, la codicia, los celos, los deseos de venganza, los deseos de muertes para nuestros semejantes, etc.
Muchas veces deseamos cosas malas para los demás, sin saber que nuestros pensamientos y emociones son una fuerza. A nosotros nos toca hacer que esa fuerza que sale de nuestro interior, sea buena o mala. De hecho hay personas de mala alma, de poca evolución espiritual, que al enterarse del poder de sus mentes y sus emociones, se han dedicado a generar mal, en vez de convertirse en soldados del bien.
Es muy importante que se sepa que cuando vibramos positivamente, atraemos hacia nosotros tanto la positividad del ambiente, como a aquellas personas que vibran de este mismo modo. Por eso es que notamos los efectos beneficiosos de nuestros esfuerzos en ese sentido.
A veces pasa que nos sorprendemos pensando cosas malas. Pongamos un ejemplo, entramos a un supermercado, y por un instante pensamos en la posibilidad de robar alguna cosa. Esa idea está en el aire. Es una emoción que alguien fabricó allí dentro y la dejó flotando en el aire (es una manera de decir, pues las emociones pululan dentro del plano astral y no del físico). Entonces pasamos nosotros y nos ponemos en sintonía con esa emoción. En dependencia de la evolución de la persona, puede que esa emoción se convierta en nosotros en un pensamiento y terminemos realizando la acción, y puede que esa idea esté tan alejada de nuestra mentalidad, que no nos influya en lo más mínimo. Esto es sólo un ejemplo, pero lo que acabo de ejemplificar nos pasa constantemente. Lo peor es cuando personas débiles y que vibran de manera muy negativa, llevan incluso, a matar a otras personas. Muchas veces, al interrogar a los asesinos, ellos mismos reconocen que estaban como poseídos, como fuera de sí. Y algunos reconocen que se equivocaron. No todos, pues la idea de matar, puede nacer de nosotros mismos, pero muchas veces hay influencias negativas en el ambiente que pueden hacer que actuemos de un modo u otro. Por eso es importante que seamos concientes de todo lo que podemos hacer desde nuestra mente y nuestro vehículo emocional por hacer del nuestro, un mundo mejor.
Dicen los maestros de sabiduría que cuando sintamos la presencia de una emoción negativa, un deseo que sabemos que no es bueno, digamos: “Ese que en mí desea, no soy yo”. Siendo conscientes de que nuestro verdadero YO, es algo mucho más esencial y profundo que nuestro vehículo emocional, y que aún despojados de él, seguiríamos siendo nosotros, de igual modo que la muerte física no acaba con lo que somos. Además, siendo conscientes de que esas ideas no tienen necesariamente que ser fruto de nuestro vehículo emocional, todo se hace más fácil a la hora de apartarlo de nosotros.
Todo es un proceso evolutivo que por lo necesario que es, deberíamos emprender desde ya. El primer paso es analizarse a sí mismo. Escudriñar en nuestras emociones y nuestros pensamientos para saber en qué punto del camino estamos. De ahí la sabia expresión: CONÓCETE A TI MISMO.
Termino aquí esta reflexión sobre este tema, y espero que no sea la última. Ojalá que algunas de estas ideas vertidas les sean de utilidad al menos para sus propias meditaciones. Un abrazo de todo corazón.
TADEO