viernes, 6 de abril de 2007

LOS MUERTOS HABLAN


He vuelto a pararme ante el portón de la literatura con la oscura tentación de poner sobre el papel esta nube de ideas que han hecho de mi vida un aguacero de reflexiones, salidas del temporal de mi vivencia única y singular. Y así, de pie ante esta puerta imaginaria, he vuelto a sentir el miedo de estar siendo guiado por los demonios que hay en mí, más que por mis dioses y lo mejor de mi conciencia.

Otra vez la duda insondable, escribir o no, y permanezco días y meses enteros ante la página en blanco. No quiero equivocarme. Tal vez en esta decisión me vaya la vida. Si avanzo, la literatura podría hacerme suyo para siempre. Luego sería imposible echarme atrás. Pero hacerlo pudiera ser sólo un acto de vanidad, tonterías sin sentido. Palabras lanzadas al oído de nadie. Voces que tal vez a nadie le interese escuchar. No entro, retrocedo a mi vida diaria y fin de la historia.

Pero estos extraños pensamientos siguen ahí. Todo un arsenal de ideas y de historias increíbles, casi literarias, que salen de mi boca cada vez que me siento a contarle a alguien sucesos cotidianos de mi vida. Siguen existiendo y agrandándose con cada capricho que el destino se ha propuesto almacenar alrededor de mi vida. Y siempre aparece quien te dice: “tu vida es una novela, deberías escribir sobre ella”. Y para colmo, la voz interior que me dice “escribe” sigue atacándome con su letanía interminable.

Mientras tanto he buscado en la obra de otros escritores los motivos que los impulsaron a dedicar sus vidas a esta tarea. He procurado apropiarme de alguna motivación que pueda justificar en mí este posible cambio drástico de actitud ante la vida. A menudo casi todos sentían dentro de ellos una vocación irrefrenable que los llevaba a la pluma. No es este mi caso.

Tampoco he sentido nunca el más mínimo deseo de inmortalizarme dejando un legado escrito a mis predecesores, por el contrario. Estoy más cerca de la idea orientalista que explica la vida como un ciclo larguísimo de reencarnaciones en el que nuestra alma se va purificando lentamente hasta compatibilizarse y fundirse en el alma de Dios, con el alma del Todo, del Absoluto, del Espíritu Puro. Y para ascender lo más velozmente posible en este camino, no es nada buena la fama, ni siquiera aquella que pueda llevarnos a la santificación. Los orientalistas siempre han transmitido a sus discípulos la idea de que es preferible el anonimato antes que un reconocimiento social que nos condene para siempre a quedarnos atados al destino de la tierra. ¡Eso sí que no! ¡Qué horror!

Otra razón de peso que me encuentro a menudo es la de comunicar conocimientos importantes para alguien. Esta es una idea que a veces me anima a escribir, pero como no estoy seguro de que algún día habrá personas interesadas en leer lo que escribo, esta razón no es siempre lo suficientemente fuerte como para que le dedique mi tiempo a la literatura.

También he encontrado a otros que han dicho que como no se sentían a gusto en el mundo real, fabricaron un mundo imaginario en el cual poderse sentir a gusto. Este tampoco es mi caso. Me gusta el mundo en el que vivo, al menos lo suficiente como para que no escape de él para refugiarme en un mundo de palabras. Además, yo por suerte, no he necesitado fabricar un mundo lleno de cosas increíbles y mágicas, pues el mío lo ha sido. Muchas veces he sentido la sensación de estar viviendo dentro de un cuento.

Por otro lado, cada vez que pregunto a los espíritus que me acompañan sobre si debo escribir o no, ellos me dicen que no escriba. Esto lo entiendo, pues ellos también piensan que uno debe intentar pasar por la tierra dejando la menor huella posible. Así que debo seguir buscando una justificación que me convenza y borre de mi mente la sensación de estar perdiendo el tiempo sentado ante mi ordenador escribe que te escribe.

También he pensado en escribir para mis hijos, pero esto tampoco me anima del todo, pues no tengo la seguridad de que a ellos les vaya a interesar estas reflexiones. En fin, que no encuentro todavía un motivo real para escribir. Si me sorprendo a mí mismo escribiendo estas reflexiones es porque ahora mismo no tengo otra cosa mejor que hacer. Pues bien, sigamos adelante.

Siempre me ha interesado mucho el universo de las casualidades, de lo paranormal, de lo oculto. Cada vez que ocurre ante mis ojos algún suceso fuera de lo común, hace que me pregunte cosas sobre el orden del universo y sobre los misterios de la vida, quiénes somos, de dónde venimos, si hay vida después de la muerte, si existe o no el destino, en fin.

Todos, en mayor o menor medida a lo largo nuestra existencia, hemos sido testigos o partícipes de sucesos de este carácter, y unos le hemos dado mayor o menor importancia, pero en mi caso, han sido tantos y tan sorprendentes, que han llegado a convencerme de que en este mundo tiene que existir algo más allá de lo que la ciencia común acepta.

He visto cosas inexplicables ocurrir delante de mí. Hablar de esto resulta complejo, pero debo admitir que estos sucesos sin explicación aparente los guardo en mi mente como un gran tesoro, como la historia mágica de mi vida, y de alguna manera doy gracias a Dios o a quien sea que esté detrás de todo esto, de haber llenado mi vida de estas historias increíbles que han hecho de mi existencia algo verdaderamente divertido y excitante.

Mis experiencias paranormales, han moldeado poco a poco mi filosofía de vida. Les contaré algunas de estas historias para que mediten ustedes también sobre ellas. Tal vez en muchos casos se encuentren identificados o tal vez terminen detectando en mí un caso de falta de lucidez evidente. A eso me arriesgo, ya lo sé, mostrándoles sin pudor mi vida mágica.

Aquí, ahora mismo, acorralado por las circunstancias de la vida, esa fuerza oculta que vive en mí me lleva a transgredir la puesta de la escritura. Me decido a entrar. Tal vez sea la voluntad de los muertos. Ellos, desde su morada de ultratumba tal vez empujen mi mano y mi cerebro, seguramente habrán escogido también las historias, las suyas, las historias de sus vidas, en las que se vean reflejados discretamente, desde su segundo plano, como su manera particular de jugar al espejismo de la vida. Los muertos hablarán a través de mí. Sí, definitivamente son los muertos los que a través de mí, van a contar su historia.

Silencio, estas cosas se dicen bajito y en la más absoluta intimidad.


TADEO

1 comentario:

jorge xiques dijo...

¿poqué siempre se habla del espiritu del muerto?,¿no pueden estar vagando los espiriuts de los vivos?y una última pregunta¿si existe la reencarnación?porqué esos espiritus no están reencarnados en personas vivas?.
un saludo tadeo.