
LA MAGIA DE LAS PALABRAS
Un día me dijeron que las palabras eran la envoltura material del pensamiento y esta definición me hizo meditar. Tenían razón. Las palabras materializan nuestro pensamiento, y al materializarlo lo hacen más resistente, más duradero, más trascendente.
Las palabras hablan de nosotros. Cuando escuchamos a una persona hablar, podemos hacernos una idea bastante precisa de quién es. Aunque la ropa, los zapatos, los complementos, el peinado, el perfume, la casa, el coche, hablen de nosotros, no hay como escuchar a una persona para saber realmente quién es.
Es cierto que una persona puede mentir, pero casi siempre mienten más todos esos objetos ya mencionados, y sin embargo, nos dejamos arrastrar más por lo externo e intrascendente. Por alguna razón, en este mundo entregado a lo visual, nos fiamos más de lo que vemos, aunque a veces, lo más importante no pueda verse. Ya decía un hombre sabio que lo esencial es invisible a los ojos, y que no se ve bien si no es con el corazón.
En la medida en que he ido avanzando en mis estudios metafísicos, he descubierto que las palabras son muy respetadas por todos los seres sabios de todas las culturas, de todas las naciones, de todos los universos materiales e inmateriales.
Parece ser que ellas tienen un poder desconocido para la mayoría de los mortales. Ejemplos que lo demuestran y maneras de explicarlo hay muchos, pero tomaré el que aparece en la Biblia, ese libro tan mágico y tan lleno de sabiduría.
Dicen los maestros de Sabiduría que en la Biblia, al comienzo del Evangelio de San Juan, se nos revela una gran enseñanza. Juan nos dice: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”. Parece ser que no es casualidad que el Verbo, es decir, la palabra, ya estaría tan presente desde el mismo comienzo de los tiempos.
Observemos como Dios crea con la Palabra. Dijo Dios, “hágase la Luz, y la luz se hizo”.
Las piedras no hablan, tampoco, las plantas. Tenemos que ir a los animales superiores para encontrar una especie de lenguaje primitivo que anuncia el lenguaje articulado propio de la especie humana.
De esto podemos deducir que la palabra seguirá existiendo en las formas de vida superiores a las cuales daremos paso los humanos. La palabra que somos capaces de producir con nuestra voz, se corresponde al cuerpo físico, pero parece que existen voces análogas relacionadas con nuestros cuerpos suprafísicos, voces astrales, voces mentales y voces propias de los vehículos más sutiles aún. Pero la palabra no desaparecerá. Pervivirá hasta que todo vuelva a ser un punto, y en ese instante, que será un nuevo principio, podremos repetir lo que ya nos dijo en su día Juan: “En el principio, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios.
Observemos que aunque Dios es todo lo que existe, los animales superiores y más concretamente, la especie humana, detenta el poder de transformar conscientemente la realidad. Eso quiere decir que los seres humanos nos parecemos más a la esencia de Dios, porque pensamos, porque tenemos conciencia y esa conciencia la manifestamos a través de las ideas, de los conceptos, de las palabras.
Visto de este modo, ¿no creen que tendría sentido pensar que todo aquello que nos adormece el pensamiento es negativo para el ser humano porque inhibe justamente lo más precioso que tenemos?
Los seres humanos nos encontramos a mitad de camino entre los animales y Dios. Todos no tenemos el mismo nivel de crecimiento espiritual, pero parece ser que la manera en la que proyectamos nuestros pensamientos y sentimientos en palabras, habla, nunca mejor dicho, de nuestra evolución como seres.
Dicen que el desarrollo siempre se va dando a saltos, o como si recorriera una espiral ascendente en la que existen momentos de retrocesos necesarios para seguir avanzando. Según los maestros de sabiduría, siempre se avanza. Sólo advertimos retrocesos relativos.
Hoy por hoy, la humanidad vive sumida en la esclavitud de lo visual. La aparición de la fotografía, del cine, de la televisión, de las cámaras de vídeo al alcance de muchos, hace que la imagen gane un espacio que antes ocupaba nuestra capacidad de imaginar.
La pregunta sería: ¿estamos reduciendo de esta manera, nuestra capacidad pensante? Quiero creer que no, al menos no en términos absolutos. Creo que si comparamos el mundo de hoy con respecto al mundo de hace 200 años, nos encontramos con que hoy son muchas más las personas y por tanto, las mentes, que conciben ideas más complejas y evolucionadas, aún cuando estemos perdiendo la habilidad de comunicarnos a través de la palabra hablada y escrita.
Podría ser que la palabra articulada se fuera apagando, en la misma medida en que el ser humano se va haciendo más espiritual. Tal vez tengan razón esos visionarios que piensan que un día nos convertiremos en seres telépatas, es decir, en seres capaces de comunicarnos utilizando nuestra mente.
Yo siempre he pensado que para llegar a esto, primero pasaremos por un estadio en el que nos apoyaremos en mecanismos electrónicos. Es decir, nos valdremos de algún dispositivo que conecte nuestra mente a algo así como Internet y del mismo modo en que podemos chatear hoy en la red, el día de mañana podremos hablar con la persona que tenemos delante sin necesidad de poner en palabras nuestros pensamientos.
Mientras ese futuro llega, los maestros de sabiduría nos advierten del poder de las palabras y de nuestros pensamientos. Parece ser que las palabras, una vez lanzadas, tienen un poder tal, que actúa sobre la materia sutil del universo haciendo que éste conspire para que esas palabras, esas ideas, esos deseos, se conviertan en realidad. Es como si podríamos sembrar nuestros pensamientos y deseos en el viento. Y aunque no siempre ocurre, las palabras son como semillas que pueden dar fruto.
Dicho de otro modo, seamos conscientes del carácter creador de nuestras palabras. No las usemos sin propiedad, no las usemos sin tener total conciencia del poder que tienen.
Practiquemos la magia de las palabras. Lancemos al viento nuestros deseos. Sembremos nuestros deseos en el aire y tengamos por seguro que estaremos creando del mismo modo en que Dios, desde su mente, fue capaz de crear la Luz.
La Luz existe, y existe toda la maravilla que conocemos, porque Dios en su día lo concibió en su mente. El Universo, como ya nos lo reveló el gran Hermes Trimegistus, es mental.
Si nos vamos a la antigua Grecia, nos encontramos que el gran filósofo Pitágoras, imponía a los jóvenes aspirantes a entrar en su escuela, la dura condición de estar 2 años sin hablar. Los obligaba al silencio y al recogimiento porque decía que una persona que no supiera nada, era preferible que estaría en silencio porque sus palabras necias podrían fabricar un karma negativo que a la larga, la misma persona iba a tener que superar.
Dicen los maestros de Sabiduría: “La lengua es un miembro pequeño que se jacta de grandes cosas. Antes de hablar deberíamos pensar si lo que vamos a decir es VERDADERO, BONDADOSO y ÚTIL. Si deja de cumplir con alguna de estas 3 condiciones, será mejor que nos quedemos callados".
Una vez conscientes del poder de las palabras, usemos las nuestras, conjuntamente con nuestros pensamientos, en función de hacer de éste, un mundo mejor. Atrevámonos a imaginar el mejor de los mundos posibles, y tengan por seguro, que esa imagen en nuestras mentes, será una semilla que en su día dará frutos.
El que siembra, nunca puede predecir la calidad de los frutos, ni siquiera puede producir cuál de sus granos se logrará y cual no, pero la fe mueve montañas. Mientras más personas y durante más tiempo sostengamos en nuestras mentes la idea de un mundo mejor, ese mundo mejor estará mucho más cerca de hacerse realidad. Jesús no mentía cuando decía: “Pedid y se os dará”.
Y como aún tenemos cuerpo físico, no despreciemos el poder sanador de nuestras palabras. Dicen los maestros de sabiduría que las buenas palabras dichas en voz alta, tienen un efecto muy beneficioso sobre nuestro organismo. Siempre hemos escuchado hablar a los religiosos del poder de la oración. Seguramente será por esto.
Hablemos y escribamos entonces, con propiedad y cuidado. Conscientes de que con cada una de nuestras palabras estamos moviendo energías que actúan sobre la esencia misma del universo. El futuro está en nuestros pensamientos, lo que sería lo mismo que decir que el futuro está en nuestras palabras.
Toda la literatura, lo mismo en prosa que en verso, como la música, como el cine, están llenos de letras e imágenes que al leerlas, escucharlas o visualizarlas, nos comunican ideas y estados de ánimo que no siempre son buenos.
Muchas veces, cuando nos sentimos tristes, nos da por escuchar canciones tristes, y muchas veces una película o un poema, nos deja un estado anímico peor que el que ya teníamos. Esto es preocupante. Las personas lanzamos al ambiente determinado tipo de energía que influye sobre la naturaleza y sobre el resto de los seres humanos. Por eso, lo ideal es que vibremos mental y emocionalmente, siempre de la mejor de las maneras.
Cuando nos permitimos vibrar mal, no sólo nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, sino que le estamos haciendo daño a toda la humanidad. De ahí que determinadas obras de arte, como pintura, música, literatura, cine, entre otras, cuando recogen y eternizan estados de ánimos negativos, ideas negativas, sentimientos negativos, no hacen más que conservar y por tanto, ayudar a propagar el mal.
Pensemos, por ejemplo, en el cine de terror, ese que hace de los seres humanos un surtidor de malas vibraciones. Un día no muy lejano, no nos permitiremos lanzar al ambiente emociones y pensamientos negativos por simple diversión. Un día nos producirá esto tanto dolor, como cuando vemos a alguien ametrallar a una manada de elefantes.
Limpiar de basura emocional y mental los planos astral y mental es una necesidad y es una tarea en la que todos debemos participar. No existe otra manera de avanzar hacia el futuro luminoso que todos deseamos, si no nos ponemos en acción, si no nos ponemos a trabajar desde ahora mismo.
Y lo que tenemos que hacer es reconocer el poder de nuestros pensamientos, de nuestras emociones y de nuestras palabras y trabajar en corregir nuestros hábitos negativos. Hacerlo nos pondrá a todos en el camino correcto. Recuerden, atrévanse a imaginar el mejor de los mundos posibles y de esa manera estarán sembrando la mejor de las semillas y algún día se sentirán felices de haber contribuido con esta magna obra.
TADEO
Un día me dijeron que las palabras eran la envoltura material del pensamiento y esta definición me hizo meditar. Tenían razón. Las palabras materializan nuestro pensamiento, y al materializarlo lo hacen más resistente, más duradero, más trascendente.
Las palabras hablan de nosotros. Cuando escuchamos a una persona hablar, podemos hacernos una idea bastante precisa de quién es. Aunque la ropa, los zapatos, los complementos, el peinado, el perfume, la casa, el coche, hablen de nosotros, no hay como escuchar a una persona para saber realmente quién es.
Es cierto que una persona puede mentir, pero casi siempre mienten más todos esos objetos ya mencionados, y sin embargo, nos dejamos arrastrar más por lo externo e intrascendente. Por alguna razón, en este mundo entregado a lo visual, nos fiamos más de lo que vemos, aunque a veces, lo más importante no pueda verse. Ya decía un hombre sabio que lo esencial es invisible a los ojos, y que no se ve bien si no es con el corazón.
En la medida en que he ido avanzando en mis estudios metafísicos, he descubierto que las palabras son muy respetadas por todos los seres sabios de todas las culturas, de todas las naciones, de todos los universos materiales e inmateriales.
Parece ser que ellas tienen un poder desconocido para la mayoría de los mortales. Ejemplos que lo demuestran y maneras de explicarlo hay muchos, pero tomaré el que aparece en la Biblia, ese libro tan mágico y tan lleno de sabiduría.
Dicen los maestros de Sabiduría que en la Biblia, al comienzo del Evangelio de San Juan, se nos revela una gran enseñanza. Juan nos dice: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”. Parece ser que no es casualidad que el Verbo, es decir, la palabra, ya estaría tan presente desde el mismo comienzo de los tiempos.
Observemos como Dios crea con la Palabra. Dijo Dios, “hágase la Luz, y la luz se hizo”.
Las piedras no hablan, tampoco, las plantas. Tenemos que ir a los animales superiores para encontrar una especie de lenguaje primitivo que anuncia el lenguaje articulado propio de la especie humana.
De esto podemos deducir que la palabra seguirá existiendo en las formas de vida superiores a las cuales daremos paso los humanos. La palabra que somos capaces de producir con nuestra voz, se corresponde al cuerpo físico, pero parece que existen voces análogas relacionadas con nuestros cuerpos suprafísicos, voces astrales, voces mentales y voces propias de los vehículos más sutiles aún. Pero la palabra no desaparecerá. Pervivirá hasta que todo vuelva a ser un punto, y en ese instante, que será un nuevo principio, podremos repetir lo que ya nos dijo en su día Juan: “En el principio, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios.
Observemos que aunque Dios es todo lo que existe, los animales superiores y más concretamente, la especie humana, detenta el poder de transformar conscientemente la realidad. Eso quiere decir que los seres humanos nos parecemos más a la esencia de Dios, porque pensamos, porque tenemos conciencia y esa conciencia la manifestamos a través de las ideas, de los conceptos, de las palabras.
Visto de este modo, ¿no creen que tendría sentido pensar que todo aquello que nos adormece el pensamiento es negativo para el ser humano porque inhibe justamente lo más precioso que tenemos?
Los seres humanos nos encontramos a mitad de camino entre los animales y Dios. Todos no tenemos el mismo nivel de crecimiento espiritual, pero parece ser que la manera en la que proyectamos nuestros pensamientos y sentimientos en palabras, habla, nunca mejor dicho, de nuestra evolución como seres.
Dicen que el desarrollo siempre se va dando a saltos, o como si recorriera una espiral ascendente en la que existen momentos de retrocesos necesarios para seguir avanzando. Según los maestros de sabiduría, siempre se avanza. Sólo advertimos retrocesos relativos.
Hoy por hoy, la humanidad vive sumida en la esclavitud de lo visual. La aparición de la fotografía, del cine, de la televisión, de las cámaras de vídeo al alcance de muchos, hace que la imagen gane un espacio que antes ocupaba nuestra capacidad de imaginar.
La pregunta sería: ¿estamos reduciendo de esta manera, nuestra capacidad pensante? Quiero creer que no, al menos no en términos absolutos. Creo que si comparamos el mundo de hoy con respecto al mundo de hace 200 años, nos encontramos con que hoy son muchas más las personas y por tanto, las mentes, que conciben ideas más complejas y evolucionadas, aún cuando estemos perdiendo la habilidad de comunicarnos a través de la palabra hablada y escrita.
Podría ser que la palabra articulada se fuera apagando, en la misma medida en que el ser humano se va haciendo más espiritual. Tal vez tengan razón esos visionarios que piensan que un día nos convertiremos en seres telépatas, es decir, en seres capaces de comunicarnos utilizando nuestra mente.
Yo siempre he pensado que para llegar a esto, primero pasaremos por un estadio en el que nos apoyaremos en mecanismos electrónicos. Es decir, nos valdremos de algún dispositivo que conecte nuestra mente a algo así como Internet y del mismo modo en que podemos chatear hoy en la red, el día de mañana podremos hablar con la persona que tenemos delante sin necesidad de poner en palabras nuestros pensamientos.
Mientras ese futuro llega, los maestros de sabiduría nos advierten del poder de las palabras y de nuestros pensamientos. Parece ser que las palabras, una vez lanzadas, tienen un poder tal, que actúa sobre la materia sutil del universo haciendo que éste conspire para que esas palabras, esas ideas, esos deseos, se conviertan en realidad. Es como si podríamos sembrar nuestros pensamientos y deseos en el viento. Y aunque no siempre ocurre, las palabras son como semillas que pueden dar fruto.
Dicho de otro modo, seamos conscientes del carácter creador de nuestras palabras. No las usemos sin propiedad, no las usemos sin tener total conciencia del poder que tienen.
Practiquemos la magia de las palabras. Lancemos al viento nuestros deseos. Sembremos nuestros deseos en el aire y tengamos por seguro que estaremos creando del mismo modo en que Dios, desde su mente, fue capaz de crear la Luz.
La Luz existe, y existe toda la maravilla que conocemos, porque Dios en su día lo concibió en su mente. El Universo, como ya nos lo reveló el gran Hermes Trimegistus, es mental.
Si nos vamos a la antigua Grecia, nos encontramos que el gran filósofo Pitágoras, imponía a los jóvenes aspirantes a entrar en su escuela, la dura condición de estar 2 años sin hablar. Los obligaba al silencio y al recogimiento porque decía que una persona que no supiera nada, era preferible que estaría en silencio porque sus palabras necias podrían fabricar un karma negativo que a la larga, la misma persona iba a tener que superar.
Dicen los maestros de Sabiduría: “La lengua es un miembro pequeño que se jacta de grandes cosas. Antes de hablar deberíamos pensar si lo que vamos a decir es VERDADERO, BONDADOSO y ÚTIL. Si deja de cumplir con alguna de estas 3 condiciones, será mejor que nos quedemos callados".
Una vez conscientes del poder de las palabras, usemos las nuestras, conjuntamente con nuestros pensamientos, en función de hacer de éste, un mundo mejor. Atrevámonos a imaginar el mejor de los mundos posibles, y tengan por seguro, que esa imagen en nuestras mentes, será una semilla que en su día dará frutos.
El que siembra, nunca puede predecir la calidad de los frutos, ni siquiera puede producir cuál de sus granos se logrará y cual no, pero la fe mueve montañas. Mientras más personas y durante más tiempo sostengamos en nuestras mentes la idea de un mundo mejor, ese mundo mejor estará mucho más cerca de hacerse realidad. Jesús no mentía cuando decía: “Pedid y se os dará”.
Y como aún tenemos cuerpo físico, no despreciemos el poder sanador de nuestras palabras. Dicen los maestros de sabiduría que las buenas palabras dichas en voz alta, tienen un efecto muy beneficioso sobre nuestro organismo. Siempre hemos escuchado hablar a los religiosos del poder de la oración. Seguramente será por esto.
Hablemos y escribamos entonces, con propiedad y cuidado. Conscientes de que con cada una de nuestras palabras estamos moviendo energías que actúan sobre la esencia misma del universo. El futuro está en nuestros pensamientos, lo que sería lo mismo que decir que el futuro está en nuestras palabras.
Toda la literatura, lo mismo en prosa que en verso, como la música, como el cine, están llenos de letras e imágenes que al leerlas, escucharlas o visualizarlas, nos comunican ideas y estados de ánimo que no siempre son buenos.
Muchas veces, cuando nos sentimos tristes, nos da por escuchar canciones tristes, y muchas veces una película o un poema, nos deja un estado anímico peor que el que ya teníamos. Esto es preocupante. Las personas lanzamos al ambiente determinado tipo de energía que influye sobre la naturaleza y sobre el resto de los seres humanos. Por eso, lo ideal es que vibremos mental y emocionalmente, siempre de la mejor de las maneras.
Cuando nos permitimos vibrar mal, no sólo nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, sino que le estamos haciendo daño a toda la humanidad. De ahí que determinadas obras de arte, como pintura, música, literatura, cine, entre otras, cuando recogen y eternizan estados de ánimos negativos, ideas negativas, sentimientos negativos, no hacen más que conservar y por tanto, ayudar a propagar el mal.
Pensemos, por ejemplo, en el cine de terror, ese que hace de los seres humanos un surtidor de malas vibraciones. Un día no muy lejano, no nos permitiremos lanzar al ambiente emociones y pensamientos negativos por simple diversión. Un día nos producirá esto tanto dolor, como cuando vemos a alguien ametrallar a una manada de elefantes.
Limpiar de basura emocional y mental los planos astral y mental es una necesidad y es una tarea en la que todos debemos participar. No existe otra manera de avanzar hacia el futuro luminoso que todos deseamos, si no nos ponemos en acción, si no nos ponemos a trabajar desde ahora mismo.
Y lo que tenemos que hacer es reconocer el poder de nuestros pensamientos, de nuestras emociones y de nuestras palabras y trabajar en corregir nuestros hábitos negativos. Hacerlo nos pondrá a todos en el camino correcto. Recuerden, atrévanse a imaginar el mejor de los mundos posibles y de esa manera estarán sembrando la mejor de las semillas y algún día se sentirán felices de haber contribuido con esta magna obra.
TADEO