EL ESPÍRITU DE MI ABUELA
Mi familia tiene la costumbre de realizar dos grandes sesiones espiritistas al año. Una, al finalizar el año, sobre los días 22 o 24 de diciembre, para que los muertos nos hagan sus ya tradicionales recomendaciones para recibir el año que se avecina, y otra, seis meses después para que la familia viva, intercambie impresiones con la familia difunta.
Dichas sesiones espiritistas siempre son emocionantes e inesperadas, pues nunca puedes saber a ciencia cierta qué espíritus se presentarán, qué revelaciones nos dejarán, cómo van a interpretar los muertos el camino seguido por los vivos durante ese período de tiempo. Por tanto, todas y cada una de ellas, resultan memorables.
Sin embargo, hoy quiero hacer referencia a una de ellas en que ocurrió algo muy especial. El espíritu de mi abuelo se presentó como siempre, jaranero, dicharachero, pero nos dijo algo con lo que no contábamos. Nos dijo:
“Hoy no llamen a mi esposa Fifi, porque no va a poder venir. Ella ha tenido que ir a México de urgencia a salvar una vida”. A todos nos extrañó aquel mensaje, pero nadie se atrevió a pedir más detalles.
Unos meses después, me encontraba en la residencia estudiantil de la Universidad de la Habana, cuando de pronto, se sintieron gritos en la carretera que pasaba justo detrás de los edificios ocupados por los estudiantes universitarios.
Nosotros estábamos viendo la tele, y al percatarnos de la algarabía, salimos corriendo para ver qué pasaba. Resultó ser que dos vecinos del barrio, se habían liado a golpes y nadie quería perderse la pelea. Como el escenario de aquella batalla callejera se desplazaba, la gente iba abandonando los pasos de escalera más distantes a la pelea, para sumarse a aquéllos más próximos, y por consiguiente, con mejor ángulo de visión.
En medio de ese caos de personas que dentro de la residencia estudiantil iban y venían, me tropecé yo con Gabriel. Nos quedamos así frente a frente un instante sin poder movernos porque tantas personas nos pasaban por al lado, que ambos nos obstaculizábamos el camino mutuamente. Tan raro resultó aquel encuentro fortuito, que yo, para romper el hielo, decidí hablarle:
-¿Tú eres uno de esos chicos mexicanos que viene al evento de simulación de las Naciones Unidas?
-Sí, respondió él.
-Ah, pues mira, yo soy el chico cubano que va a hacer las funciones de Secretario de la Asamblea General, le comenté.
Entonces, él con ojos de sorpresa y de admiración, me tomó de la mano y me dijo:
-Ven, conmigo, que te quiero presentar al resto de los amigos mexicanos.
Por esos días la beca estaba dando albergue a 23 estudiantes mexicanos de uno de los institutos más importantes de aquel país. Eran chicos casi todos de la ciudad de Cuernavaca, Morelos.
Mi familia tiene la costumbre de realizar dos grandes sesiones espiritistas al año. Una, al finalizar el año, sobre los días 22 o 24 de diciembre, para que los muertos nos hagan sus ya tradicionales recomendaciones para recibir el año que se avecina, y otra, seis meses después para que la familia viva, intercambie impresiones con la familia difunta.
Dichas sesiones espiritistas siempre son emocionantes e inesperadas, pues nunca puedes saber a ciencia cierta qué espíritus se presentarán, qué revelaciones nos dejarán, cómo van a interpretar los muertos el camino seguido por los vivos durante ese período de tiempo. Por tanto, todas y cada una de ellas, resultan memorables.
Sin embargo, hoy quiero hacer referencia a una de ellas en que ocurrió algo muy especial. El espíritu de mi abuelo se presentó como siempre, jaranero, dicharachero, pero nos dijo algo con lo que no contábamos. Nos dijo:
“Hoy no llamen a mi esposa Fifi, porque no va a poder venir. Ella ha tenido que ir a México de urgencia a salvar una vida”. A todos nos extrañó aquel mensaje, pero nadie se atrevió a pedir más detalles.
Unos meses después, me encontraba en la residencia estudiantil de la Universidad de la Habana, cuando de pronto, se sintieron gritos en la carretera que pasaba justo detrás de los edificios ocupados por los estudiantes universitarios.
Nosotros estábamos viendo la tele, y al percatarnos de la algarabía, salimos corriendo para ver qué pasaba. Resultó ser que dos vecinos del barrio, se habían liado a golpes y nadie quería perderse la pelea. Como el escenario de aquella batalla callejera se desplazaba, la gente iba abandonando los pasos de escalera más distantes a la pelea, para sumarse a aquéllos más próximos, y por consiguiente, con mejor ángulo de visión.
En medio de ese caos de personas que dentro de la residencia estudiantil iban y venían, me tropecé yo con Gabriel. Nos quedamos así frente a frente un instante sin poder movernos porque tantas personas nos pasaban por al lado, que ambos nos obstaculizábamos el camino mutuamente. Tan raro resultó aquel encuentro fortuito, que yo, para romper el hielo, decidí hablarle:
-¿Tú eres uno de esos chicos mexicanos que viene al evento de simulación de las Naciones Unidas?
-Sí, respondió él.
-Ah, pues mira, yo soy el chico cubano que va a hacer las funciones de Secretario de la Asamblea General, le comenté.
Entonces, él con ojos de sorpresa y de admiración, me tomó de la mano y me dijo:
-Ven, conmigo, que te quiero presentar al resto de los amigos mexicanos.
Por esos días la beca estaba dando albergue a 23 estudiantes mexicanos de uno de los institutos más importantes de aquel país. Eran chicos casi todos de la ciudad de Cuernavaca, Morelos.
El evento en cuestión consistía en una simulación de los diferentes grupos de trabajo de las Naciones Unidas. Para participar por la parte cubana, habían sido convocados a los mejores estudiantes de la Universidad de la Habana, de las carreras de humanidades, los cuales fungirían como delegados de los diferentes países que integran dicha prestigiosa organización.
Sin comerlo ni beberlo, me vi involucrado en aquel evento, y no sólo involucrado, sino que metido hasta las cejas, pues me habían dado el cargo de Secretario de la Asamblea General, y, por tanto, los mexicanos me querían conocer.
Así que de la mano de Gabriel (he decidido ocultar el verdadero nombre de este chico por razones que luego comprenderán) me vi ante todos aquellos jóvenes mexicanos muy simpáticos y agradables. Hablamos un poco de nosotros, y luego me retiré de allí muy sorprendido.
Desde entonces Gabriel no se me despegaba. Hicimos una amistad increíble y disfrutamos mucho de nuestra mutua compañía y de nuestra florida conversación. Hablábamos de mil cosas. Yo aprendía de México, la tierra de mi abuela, desde sus ojos, y él aprendía de Cuba desde mis palabras.
Hasta aquí, todo muy bien. Pero, de repente, las palabras de Gabriel dejaron de transitar por los causes lógicos y esperados. Empezó a contarme una curiosa historia que nada tenía que ver con los temas que habíamos tratado hasta ese momento. Una amiga suya había salvado milagrosamente la vida. Luego, los médicos no daban crédito de su milagrosa recuperación.
Antes de decidirme a colgar en el blog esta historia, le pedí autorización a la amiga de Gabriel, para contarla, y ella se negó en redondo, así que no me extenderé en este particular ni daré ninguna pista que permita localizarla o saber quién es.
Gabriel, después de contarme aquella rocambolesca historia, me pidió que le escribiera una carta a su amiga. Yo no entendía nada.
Sin comerlo ni beberlo, me vi involucrado en aquel evento, y no sólo involucrado, sino que metido hasta las cejas, pues me habían dado el cargo de Secretario de la Asamblea General, y, por tanto, los mexicanos me querían conocer.
Así que de la mano de Gabriel (he decidido ocultar el verdadero nombre de este chico por razones que luego comprenderán) me vi ante todos aquellos jóvenes mexicanos muy simpáticos y agradables. Hablamos un poco de nosotros, y luego me retiré de allí muy sorprendido.
Desde entonces Gabriel no se me despegaba. Hicimos una amistad increíble y disfrutamos mucho de nuestra mutua compañía y de nuestra florida conversación. Hablábamos de mil cosas. Yo aprendía de México, la tierra de mi abuela, desde sus ojos, y él aprendía de Cuba desde mis palabras.
Hasta aquí, todo muy bien. Pero, de repente, las palabras de Gabriel dejaron de transitar por los causes lógicos y esperados. Empezó a contarme una curiosa historia que nada tenía que ver con los temas que habíamos tratado hasta ese momento. Una amiga suya había salvado milagrosamente la vida. Luego, los médicos no daban crédito de su milagrosa recuperación.
Antes de decidirme a colgar en el blog esta historia, le pedí autorización a la amiga de Gabriel, para contarla, y ella se negó en redondo, así que no me extenderé en este particular ni daré ninguna pista que permita localizarla o saber quién es.
Gabriel, después de contarme aquella rocambolesca historia, me pidió que le escribiera una carta a su amiga. Yo no entendía nada.
¿Cómo desembocó nuestra conversación sobre el muralismo mexicano, y las opciones políticas del PRI, (Partido Revolucionario Institucional) en esta historia de amigas que salvaron la vida milagrosamente? Y tan curioso o más, ¿Por qué este chico que apenas me conocía, me pidió que le escribiera a su amiga?
Esta última pregunta se la hice a Gabriel y me dijo que pensaba que una persona como yo, tendría cosas buenas que decirle a una amiga como la suya.
Sin entender demasiado lo que estaba ocurriendo, me senté a escribir una carta para esta chica desconocida sin saber muy bien por donde empezar. No había escrito mucho, cuando empecé a sentirme mal. No era capaz de escribir lo que yo quería. Mi mente iba por un sitio, y mi mano por otro. Empecé a sospechar que estaba bajo la influencia de un espíritu que me hacía escribir aquello que estaba escribiendo y que no salía de mi conciencia.
Fui donde mis caracoles y usándolos como oráculo, pregunté qué estaba pasando, y así comprobé que efectivamente se trataba de un espíritu, y más concretamente, el espíritu de mi abuela.
Enseguida lo comprendí todo. Mi abuela quería comunicarse con aquella muchacha que no era otra que la persona a quien ella misma había salvado la vida cuando el destino la puso ante una muerte casi inminente. (Ya expliqué que ella misma me ha prohibido contar más)
Aquella carta que escribí, la leía al día siguiente todo extrañado porque no tenía nada que ver con un texto salido de mi cabeza. Tanto fue así, que decidí, ya en posesión de mi ego, escribir una nueva carta para aquella chica, pero esta vez dispuesto a hablarle desde mi personalidad.
Así lo hice. Metí en el sobre mi carta, y también la carta mensaje de mi abuela que yo mismo, como un médium escribiente, había recibido. Aquel mensaje se lo envié a mi madre, pues ella atesora un cuaderno de mensajes recibidos de esa misma manera, dictados por espíritus, y que le sirven como manual de crecimiento espiritual.
Hay una frase de aquel mensaje que yo recibí de mi abuela, que no olvidaré nunca, porque a mi madre le gustó mucho y siempre la está repitiendo:
AMA, Y ENSEÑA A AMAR
PERDONA, Y ENSEÑA A PERDONAR
QUE LOS QUE AMAN Y PERDONAN
VERÁN A DIOS.
Mi amistad con Gabriel se ha diluido. Hace mucho tiempo que no sé nada de él. Sin embargo, esta chica, sana y salva hoy gracias a la intervención del espíritu de mi abuela, chatea todos los días conmigo y somos excelentes amigos.
Esta última pregunta se la hice a Gabriel y me dijo que pensaba que una persona como yo, tendría cosas buenas que decirle a una amiga como la suya.
Sin entender demasiado lo que estaba ocurriendo, me senté a escribir una carta para esta chica desconocida sin saber muy bien por donde empezar. No había escrito mucho, cuando empecé a sentirme mal. No era capaz de escribir lo que yo quería. Mi mente iba por un sitio, y mi mano por otro. Empecé a sospechar que estaba bajo la influencia de un espíritu que me hacía escribir aquello que estaba escribiendo y que no salía de mi conciencia.
Fui donde mis caracoles y usándolos como oráculo, pregunté qué estaba pasando, y así comprobé que efectivamente se trataba de un espíritu, y más concretamente, el espíritu de mi abuela.
Enseguida lo comprendí todo. Mi abuela quería comunicarse con aquella muchacha que no era otra que la persona a quien ella misma había salvado la vida cuando el destino la puso ante una muerte casi inminente. (Ya expliqué que ella misma me ha prohibido contar más)
Aquella carta que escribí, la leía al día siguiente todo extrañado porque no tenía nada que ver con un texto salido de mi cabeza. Tanto fue así, que decidí, ya en posesión de mi ego, escribir una nueva carta para aquella chica, pero esta vez dispuesto a hablarle desde mi personalidad.
Así lo hice. Metí en el sobre mi carta, y también la carta mensaje de mi abuela que yo mismo, como un médium escribiente, había recibido. Aquel mensaje se lo envié a mi madre, pues ella atesora un cuaderno de mensajes recibidos de esa misma manera, dictados por espíritus, y que le sirven como manual de crecimiento espiritual.
Hay una frase de aquel mensaje que yo recibí de mi abuela, que no olvidaré nunca, porque a mi madre le gustó mucho y siempre la está repitiendo:
AMA, Y ENSEÑA A AMAR
PERDONA, Y ENSEÑA A PERDONAR
QUE LOS QUE AMAN Y PERDONAN
VERÁN A DIOS.
Mi amistad con Gabriel se ha diluido. Hace mucho tiempo que no sé nada de él. Sin embargo, esta chica, sana y salva hoy gracias a la intervención del espíritu de mi abuela, chatea todos los días conmigo y somos excelentes amigos.
TADEO
15 comentarios:
Es bastante poderosa tu familia, creo que debes sentirte en parte protegido por ellos, me encantan tus historias, son muchas ....
besitos
no se si me gusatria presenciar alguno de esos rituales ejejje
Hola! no sabes cómo despertaste mi curiosidad con esta historia que cuentas, incluso más que la niña que salvó su vida, el hecho de realmente tener comunicación con los muertos!!! De verdad, toda una historia!!!
Saludos
Se me quedó algo en el tintero!!!
A la Violeta no se le cuestiona!!!
Igual, Cariños
Hola Pacita:
Un placer tenerte por aquí. No sé si debamos hablar de poder, sobre todo cuando es un término muy manipulado en la tierra. En los planos espirituales sólo tiene poder aquel que es capaz de amar y perdonar al prójimo. No hay más poder que ese. El poder en los planos espirituales está en el orden, no en el caos. Dios demuestra su poder en que todo lo ha creado siguiendo los mismos patrones y en que no los viola nunca. Besitos:
Tadeo
Hola Lunática:
Un placer tenerte por mis escritos. Me alegra mucho que esta historia te haya gustado. Y bueno, sobre el tirón de orejas que me das por lo que puse en tu blog sobre eso que escribió Violeta Parra, estoy seguro que ella donde quiera que esté, agradece que otros hoy sean capaces de corregir sus errores, como yo hoy agradezco que me abran los ojos sobre todo lo que hago mal. No somos dioses. Yo aprendí de el Maestro Jesús, que el ser humano debe amar y nunca odiar, y si ella habla de odio en un poema, pues uno de los dos se equivoca, o Violeta o Jesucristo. Yo me quedo con Jesús. Pero no te lo tomes a mal. Sólo es mi elección, no tiene que ser la tuya. Besitos:
Tadeo
Sois afortunados al poder contactar con vuestros espíritus.
Nosotros tal vez tengamos una venda en los ojos del alma, y no sepamos "ver" sus intervenciones.
Sin embargo, son muchas las veces en las que sentimos su presencia entre nosotros.
Por cierto: guardas un parecido físico muy grande con tu abuela.
Un beso.
Soledad.
Hola Soledad:
Muchas gracias por tus palabras. Dices bien, los espíritus familiares andan a nuestro lado ayudándonos y compartiendo con nosotros nuestra vida, aunque desde otro plano. No tienen permitido intervenir en todo lo que ellos quisieran en nuestras vidas, pero sufre con nuestras penas y disfrutan de nuestros triunfos y alegrías. Y sí, mi abuela y yo nos parecemos mucho. Es la pinta familiar. Besitos:
Tadeo
Tienes un don en tus palabras... reflejas tu alma narrando tus historias, tu manera de ver las cosas y creer en ellas, la paz en ti contagias, emocionas y haces que uno se haga adicto a tus escritos..
Que tengas un buen dia!! besos!!
:)
José Tadeo, absolutamente de acuerdo contigo, cada uno tiene su visión de la vida. Me gusta la tuya, a pesar de que podamos no concordar en parte, pero sí estoy de acuerdo en que el odio no hace bien a nadie. Mi abuela que murió hace pocos meses y a quién quise muchísimo, decía siempre que el odio hacía mal sólo a uno mismo, que la persona a quien iba dirigido podía ni siquiera enterarse de este sentimiento y a uno, en cambio, la iba dañando por el sólo hecho de sentirlo.
Me agradó leerte y gracias por tus comentarios.
Cariños
Querida Lunática:
El ser humano es más propenso a dañarse que a amarse. Sabes, acabo de tener una revelación que compartiré contigo. Como el universo y nosotros somos los mismo, creo que en cuanto el universo deje de expandirse y empiece a contraerse, nosotros los humanos dejaremos de odiarnos, de alejarnos los unos de los otros, y empezaremos a acercarnos y a amarnos. Ya dentro de esta honda expansiva que hace que cultivemos sentimientos de separatividad en nuestros corazones, encontramos la voz de ciertos grandes seres que nos han alertado del camino correcto. Y poco a poco la idea del amor va ganando terreno.
Aquí tienes mi mano y mi corazón, y mi regocijo por tenerte aquí hablando para mí y dejando detrás esas diferencias que podemos tener, pues como ya le dije a alguien por ahí, lo que nos separa es ilusorio, porque al final tú y yo y todos, somos lo mismo, todos somos gotas de ese gran océano que es Dios. Besitos:
Tadeo
Hola Tadeo, mucha magia en tu vida, y qué bueno que la uses para dar amor a este mundo que tanto le hace falta.
Un placer leerte y compartir tus experiencias, que a mi personalmente me enriquecen.
Un beso.
Hola Naná:
Muchas gracias por pasar a leerme y dejarme tus bellas palabras. Besitos:
Tadeo
Hola Cynthia:
Muchas gracias por pasar y dejarme tu hermoso comentario. Me alegra mucho que mis escritos te gusten y los disfrutes. Besitos:
Tadeo
Ay, Tadeo, cómo me enocionó esta historia! Creo que no me equivoqué al elegir ángel.
Tu abuela debe haber sido una mujer maravillosa.
Un beso grande!
Querida Raquel:
Muchas gracias por tomarme como ángel. Espero darte suerte y protegerte en lo que sea menester. Tú pon tu pensamiento en mí, pídeme lo que quieras (menos dinero) y seguro que se dará. Besitos:
Tadeo
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